Imago Agenda 207, otoño 2020 Agenda 207 | Page 34

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com blemático de alcohol y/o drogas, el ac- ceso a la salud de las personas afectadas resulta habitualmente muy dificultoso. El abordaje integral de esta proble- mática depende de una decisión polí- tica. La protección de los derechos de la mujer y de los niños debe ser Políti- ca de Estado. No sólo porque se requie- re para ello una planificación estratégi- ca que permita identificar con claridad todos los aspectos intervinientes en la violencia contra la mujer, alcanzar con las medidas a toda la población afecta- da, con las diferencias propias de cada región del país, sino porque fundamen- talmente se necesitan recursos presu- puestarios para la implementación de las distintas respuestas. La flamante creación del Ministerio de la Mujer, Género y Disidencias, marca una dirección clara en cuanto a la posi- ción del nuevo gobierno, y sienta las ba- ses para el desarrollo de políticas públi- cas tendientes a terminar con esta gra- ve situación. Existe por un lado la necesidad de abordar la coyuntura, e intervenir en lo inmediato para evitar la continuidad de los hechos de violencia contra las muje- res que a diario se producen y que en- grosan enormemente el número de víc- timas. Pero además, el gran desafío es cultural. Es trabajar fuertemente para, desde la infancia, desarticular creen- cias, discursos, mitos, costumbres, há- bitos, que conforman el escenario en el que resulta posible que un hombre re- produzca modelos patriarcales en su re- lación con una mujer. Para ello, también es necesario in- troducir cambios en el pensamiento femenino: la habitual fascinación de la mujer por su hijo varón, el que re- úne las condiciones para ser investido libidinalmente como el falo que viene a resarcirla de su castración, condicio- na el modo en que las madres transmi- ten la valoración de lo femenino, distri- buyen los roles entre sus hijos, preser- van a los niños de algunas tareas que a las niñas les exigen cumplir, y crean las bases para la perpetuación de las diferencias en la representación ima- ginaria de hombres y mujeres en la fa- milia y en la sociedad. Decisión política, diseño e imple- mentación de estrategias de diagnósti- co e intervención eficaz y perseveran- cia en la producción de un profundo cambio cultural resultan pues ejes fun- damentales para cambiar una realidad que hoy se evidencia en toda su dimen- sión trágica.  Empatía, ética y clínica Empatía: la condición para mirar a través del agujero Escribe Sergio Zabalza [email protected] S egún el diccionario, empatía signi- fica “Participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona”. En criollo: ponerse en el lugar del otro, aspiración desde ya im- posible pero sin la cual no habría deman- da, amor ni lazo posible. De hecho, la empatía es uno de los indicadores para determinar el grado de psicopatía de una persona. El canalla carece de toda posi- bilidad de afligirse ante el sufrimiento ajeno: mastica sin hesitaciones el mismo pochoclo que al neurótico se le atragan- ta cuando el héroe de la peli está en pe- ligro. Ciertos derrapes teóricos que ci- mentaron la intervención a partir de la contratransferencia terminaron por otor- gar mala prensa a la empatía. Sin embar- go, Freud parece valorar el término. Por ejemplo, en el historial del Hombre de las Ratas dice: “no es cosa fácil entender una neurosis obsesiva; es mucho más di- fícil lograrlo que en un caso de histeria. En verdad, uno esperaría lo contrario. El medio por el cual la neurosis obsesiva ex- presa sus pensamientos secretos, el len- guaje de la neurosis obsesiva, es por así decir sólo un dialecto del lenguaje histé- rico, pero uno respecto del cual se debe- ría conseguir más fácil la empatía, pues se emparienta más que el dialecto histé- rico con la expresión de nuestro pensar consciente” 1 . De este pasaje se despren- de que el lenguaje de la neurosis obsesi- va - más afín a los pensamientos cons- cientes- no contribuye sin embargo al lo- gro de la empatía. Dos aspectos a seña- lar entonces. Primero: Freud indica que para el éxito de un tratamiento analítico se requiere empatía; segundo: lejos está dicha condición de reducirse al estrecho coto de la conciencia o, si se quiere, a un imaginario meramente especular. Si cam- biamos de hombre y de animal bien po- demos despejar a la empatía de todo afán por agradar. Dice Freud en el historial del Hombre de los Lobos: “Ciertas peculiari- dades personales, un carácter nacional ajeno al nuestro, volvieron trabajosa la 34 | Imago Agenda | N° 207 | Otoño 2020 empatía {Einfühlung}. La divergen- cia entre la amable y solícita perso- nalidad del paciente, su aguda inteli- gencia, sus nobles ideas, por un lado, y su vida pulsional enteramente in- domeñada, por el otro, hizo necesa- rio un prolongadísimo trabajo de pre- paración y educación que dificultó la vi- sión panorámica. Pero en cuanto a la ín- dole misma del caso, que planteó las más espinosas tareas a la descripción, el pa- ciente no tuvo culpa alguna. En la psico- logía del adulto hemos logrado separar con éxito los procesos anímicos en con- cientes e inconcientes y describir ambos con palabras claras” 2 . Una vez más, algo de la empatía parece quedar a cargo de las mociones inconscientes del sujeto y, por lo tanto, de la responsabilidad del practicante para que su emergencia con- tribuya al trabajo analítico. Desde este punto de vista, me gusta considerar que la empatía es un concepto que bien pue- de incluirse dentro del orden lógico de lo Necesario, tal como así sucede con la demanda o con la propia neurosis, si es que la presencia o ausencia de esta últi- ma orienta la lógica a emplear en la di- rección de una cura o de un tratamiento posible. Es que si es cierto que las inter- venciones del analista apuntan al sujeto y no a la persona, más vale alojar algo de la demanda para que las fantasías de mal trato, indiferencia o desinterés de la persona no brinden argumentos a la re- ticencia del sujeto. Un maravilloso pasa- je de El Principito ilustra el punto. Está el aviador en pleno desierto intentando arreglar la máquina para así retomar vue- lo cuando de pronto se hace presente la figura de El Principito. Lejos de toda pre- sentación, explicación o justificación, el extraño personaje le dirige al aviador una muy precisa demanda: “dibújame una oveja”. Perplejo ante semejante aparición y demanda, el aviador –un neurótico- in- tenta comprender: ¿quién eres? ¿ de dón- de vienes? ¿ qué haces acá? El Principi- to insiste: “dibújame una oveja”. Por al- guna extraña razón -muy a tener en cuen- ta en todo análisis- el hombre accede, in- gresa en la propuesta, no entiende para qué ni por qué pero acepta el juego, si se quiere. Fracaso total, el dibujo es recha- zado de plano. Una vez más y contra toda lógica: “Dibújame una oveja”, se escucha