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Colaboración
Trabajo de análisis y elaboración
Durcharbeiten... entre deseo y goce
Escribe
Marta Gerez Ambertín
[email protected]
1. INTRODUCCIÓN. No es posible un análisis –y el trabajo
elaborativo (durcharbeiten) que este implica– sin el cambio de
posición subjetiva del analizante. De una u otra manera se tra-
ta de una travesía en la que se opera un cambio de posición del
sujeto –en sus deseos y sus goces– respecto del Otro, lo que im-
plica un re-anudamiento de Real, simbólico e imaginario, con
claras consecuencias sobre la posición del sujeto en el mundo.
2. LA INCONSISTENCIA DEL OTRO. Lo trágico en la vida
(y en el análisis) es que el Otro es inconsistente.
La cuestión de la inconsistencia del Otro se localiza, en La-
can, en el interrogante del grafo del deseo: ¿qué me quiere el
Otro? Desde allí se bifurcan deseo y goce en tanto es la pre-
gunta por la relación entre deseo, ley y goce: ¿hasta dónde
hay garantías y amparo en el Otro? Deja perplejidades, pero
¿cómo no las habría si la ley que pende del significante de los
Nombres-del-Padre deja siempre un vacío por donde se cue-
la lo real, la angustia por la castración en el Otro y la propia?
3. DOS TIPOS DE PSICOTERAPIAS. TRANSFERENCIA
Y EMPATÍA. Sin embargo, no hay unanimidad en esta consi-
deración del Otro como inconsistente pues, a grandes rasgos,
hay dos tipos de psicoterapias: unas consideran que el Otro
es consistente –lógica del todo– y el padecimiento humano es
un desvío de esa consistencia, una anomalía. Por tanto, se tra-
ta de “entrenar” a los sujetos para que se “normalicen”. Tarea
de los coachs en la que se da prioridad a la empatía entendi-
da como “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el
estado de ánimo de otro” (RAE). Ese “estado de ánimo” que
sobrevalora lo consciente obvio que no es el de la duda, la va-
cilación o perplejidades varias; se trata, en cambio, de la se-
guridad en sí mismo, de la fuerza de voluntad (que podría
conseguirlo todo), de trabajar(se) para liberar una hipotética
“energía vital” intrínseca a toda persona y cuya puesta en acto
pondrá el mundo a los pies del “couchado”. Estas técnicas se-
mejan los Ejercicios Espirituales que diseñó Ignacio de Loyola
en el siglo XVI: un conjunto de temas de meditación y estudio
que el candidato recorre bajo la guía de su director espiritual;
al final del camino los practicantes descuben dentro de sí una
fuerza y capacidad para la vida que no sabían que poseían.
Adviértase la obligatoria e imprescindible “empatía” con el di-
rector espiritual quien ya posee lo que su discípulo pretende.
Otras psicoterapias, a las que adherimos (lógica del no todo),
consideran que el Otro es inconsistente y que el padecimien-
to del sujeto tiene que ver con esa inconsistencia y con la pro-
pia castración que es su consecuencia.
En un caso, el de las psicoterapias como entrenamiento, se
trataría del mundo o de la vida como un recto camino a re-
correr sin interrogantes; en el otro, en cambio, se trataría del
mundo o de la vida como un laberinto en el que lo más posi-
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ble es perderse –a veces– pero donde cabe la posibilidad de
encontrarse atravesado la inconsistencia del Otro, la castra-
ción del Otro y, por tanto, la propia. Es el objetivo al que se di-
rige el trabajo del análisis y la elaboración, al menos en el va-
riado campo de las neurosis y de allí que Freud afirmara: “El
psicoanálisis simplifica la vida, aporta el hilo que saca del la-
berinto” (1927). El trabajo elaborativo atraviesa los laberin-
tos de la castración y el duelo concomitante. Hilo que saca del
laberinto, tarea de psicoanalistas.
Para realizar esta travesía la clínica psicoanalítica precisa el
establecimiento de la transferencia, esto es, de un sujeto que
haga circular la palabra y cuya división subjetiva sea causa-
da por el analista, que, en el lugar del agente, hace semblan-
te del objeto a. El analizante dispone de la palabra que le per-
mite reencontrar los significantes fundamentales en los que
estuvo capturado (S 1 ).
En esa división del sujeto () hay pathos (sufrimiento) pero
también hay logos (la palabra). El énfasis se pone en el suje-
to que pende del significante, sobre él se hace el trabajo que
desparrama el pathos, y por eso los estados de ánimo, los afec-
tos y la empatía son contingencias.
El análisis supone la deconstrucción-construcción del Otro
desde la repetición en transferencia de lo reprimido del incons-
ciente y también de la repetición de ello y el superyó. De allí
que, en las resistencias del ello y el superyó, hemos de enfren-
tar, inevitablemente, la compulsión de repetición.
Interjuego de la consideración estructural y dinámica del in-
consciente según Freud, de ese inconsciente genuino que hace
litoral con lo real (Gerez, Imperativos del superyó. Bs. As.: Le-
tra Viva. 2014. p. 263).
Justamente, en esta travesía del análisis, ubicamos la elabo-
ración como trabajo sobre las resistencias –declinación de las
resistencias en transferencia–, trabajo del analizante y el ana-
lista (Working) a través (through) de las resistencias; en sín-
tesis: trabajando en transferencia a través de las resistencias
la elaboración es un resultado del trabajo analítico. Aunque
Freud establece el término en 1914 en Recordar, repetir y re-
elaborar, no deja de insistir entre líneas con esa pieza impres-
cindible de un análisis hasta 1939 en Análisis terminable e in-
terminable. En ese trabajo a través de las resistencias en trans-
ferencia hay, sin duda, espacio para la empatía, pero para pro-
ducir su desmontaje como una resistencia más que obstaculi-
za la puesta en acto de la realidad del inconsciente. La apues-
ta, entonces, en el trabajo de la elaboración, será siempre se-
guir el camino de la transferencia y, en ese camino, trabajar
todos los embrollos que puedan surgir, sin dejar de darles el
peso que tienen. Uno de esos embrollos es, inevitablemente,
la cuestión de la empatía. Razón más que suficiente para se-
guir apostando a la transferencia y a todas las aristas resisten-
ciales de la misma que permitan al analizante reencontrarse
con los significantes fundamentales en los que está captura-
do, hilo que saca del laberinto.