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empaticemos con nuestros pacientes? Como siem-
pre, es una cuestión semántica. Creo que depende
de qué entendamos por empatía. En los primeros
tiempos de su enseñanza Lacan hace una crítica
de la noción de comprensión. No es lo mismo que
la de empatía, pero diría que están relacionadas.
Si uno lee atentamente, lo que Lacan critica allí
es una compresión que verdaderamente no com-
prende nada, sino que se basa puramente en los
prejuicios. Una comprensión que no tiene ningu-
na disposición a comprender. (Por otra parte siem-
pre me pareció bastante peligrosa esa invitación a
no comprender, demasiado parecida al catecismo.
Renunciar a comprender corre el peligro de termi-
nar siendo una renuncia a pensar. Si la afirmación
de Lacan hubiese sido un poco más moderada -
pero sabemos que ese no es su estilo - y hubiese
advertido del peligro de apresurarse a compren-
der, estaría totalmente de acuerdo.) Si empatizar
es intentar ponerse en el lugar del otro, tratar de
entender que su discurso está situado en otra rea-
lidad que la mía, sabiendo que nunca dejará de
ser un intento, pero de que ese intento quedará
al menos un margen de prudencia que nos impi-
da dar nada por evidente, me inclinaría a pensar
que la empatía con el analizante favorece el análi-
sis. Hace ya mucho tiempo me di cuenta que cada
vez que alguien me consulta es una oportunidad
única e irrepetible para los dos. Eso le da a la ex-
periencia del análisis un vértigo que me mantie-
ne despierto. Creo que para que pase algo, un psi-
coanálisis tiene que ser un encuentro, un encuen-
tro con otro, que el psicoanalista tiene que querer
encontrarse con otro. Podríamos llamar empatía
a ese encuentro. Por supuesto que ese encuentro
da lugar al inevitable desencuentro, pero encuen-
tro y desencuentro no son simplemente opuestos,
sino dos polos dialécticos. El desencuentro sólo
aparece en el contexto de un encuentro posible.
Lo que Ferenczi descubre en su aventura es que
ese encuentro, esa empatía sólo se da si el analis-
ta está dispuesto a alterar las relaciones de poder-
saber en el dispositivo analítico mismo. Descubre
que la empatía no es sin castración.
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1 . Ferenczi, Sándor, Problemas y métodos del psicoanáli-
sis, Ediciones Hormé, Buenos Aires, 2009
2 . Ídem
3 . Ferenczi, Sándor, Sin simpatía no hay curación. El dia-
rio clínico de 1932, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1997
4 . El análisis mutuo como dispositivo simétrico de asocia-
ción libre e interpretación resultó un experimento que
demostró su imposibilidad. Pero lo que Ferenczi pone
en evidencia, a mi modo de ver, es que todo análisis tie-
ne algo de análisis mutuo. En su Diario clínico plantea
el análisis mutuo como un “mal menor” que se vuelve
necesario porque los psicoanalistas no están suficiente-
mente analizados. ¿Pero qué psicoanalista lo está?
5 . Camino a Wiesbaden, donde tendría lugar el congreso
psicoanalítico, Ferenczi pasa por Viena y lee a Freud su
trabajo (el mismo que se publicaría como La confusión
de lenguajes entre los adultos y el niño). Freud le pide
que no lo lea, pero Ferenczi no se calla. En ese gesto, im-
pensable en Ferenczi en otros tiempos, leo un claro in-
dicio de resolución de su transferencia.
20 | Imago Agenda | N° 207 | Otoño 2020
Letra Viva - Heteronormatividad y pscoanálisis
Edipo gay. Heteronormatividad y psicoanalisis (Segunda edición)
Jorge N. Reitter
C
uando inicie la investigacion que, sin culminar aqui, se plasma
en este libro, la pregunta era: e s el psicoanalisis heteronorma-
tivo? Distintas experiencias y lecturas me llevaban ineludible-
mente a suponerlo. Pero al poco tiempo la pregunta cambio por otra:
es el psicoanalisis inevitablemente heteronormativo? Este libro bus-
ca obstinadamente como desarticular el sesgo heteronormativo que
hay en las teorizaciones del psicoanalisis, para poder acoger verda-
deramente a la diversidad de la vida erotica. Apoyandome en desa-
rrollos de Michel Foucault y los Lesbian & gay studies, en la teoria
queer y en teorizaciones feministas me explayo sobre la dimension
politica de la sexualidad (tan descuidada por el psicoanalisis) y sobre los dispositivos que
la regulan permanentemente; como mecanismos normalizadores y productores de subjeti-
vidades. Pero si bien dialogo con esos discursos, y considero que es fundamental hacerlo,
escuchar lo que las otras sexualidades tienen para decir cuando hablan en primera perso-
na, es un libro escrito enteramente desde el psicoanalisis y en beneficio del psicoanalisis,
que pretende repensar ciertos conceptos para aliviarlo de un lastre heteronormativo que lo
aleja de su espiritu mas propio. Abro mi escucha hacia otros discursos, pero siempre pien-
so como psicoanalista. La otra pregunta que subtiende todo el texto es sobre la articula-
cion del complejo de Edipo con el complejo de castracion: es posible una articulacion de los
mismos que no sea heteronormativa? El libro adelanta propuestas que van en esa via; es-
pero que sirvan de estimulo para otros. Si bien la mayoria de los planteos del texto son ex-
trapolables, mutatis mutandis, a otras formas de diversidad sexual, el libro se centra, como
el titulo lo da a entender, sobre la cuestion gay.
El cuerpo queer. Subvertir la heteronormatividad
Jean Allouch, Leo Bersani, David Halperin, Hugo Gordo y otros
L
o diverso por definición hace obstáculo a cualquier “clínica” que
no se ancle en el decir del analizante; a toda clínica que cons-
truya sus enunciados utilizando como categoría lo identificato-
rio. Está en la base de la teoría queer oponerse a cualquier intento de
definición de una identidad anudada a una determinada opción sexual
desde cualquier discurso en lo social dado que toda ficción identitaria
genera procesos de exclusión y marginalización. Las categorías de
identidad tienden a ser instrumentos de regímenes regularizadores;
tanto si obran como categorías normalizadoras de estructuras opre-
soras; como si sirven de encuentro para una oposición liberadora. Es
decir; la categoría “lesbiana” es tan reguladora como lo es la categoría “heterosexual”.
Géneros, cuerpos, placeres. Perversiones psicoanalíticas con Michel Foucault
Thamy Ayouch
E
s una distinción habitual, al menos entre psicoanalistas, sos-
tener que el sexo está referido a lo anatómico, el género a las
identificaciones y la sexuación al goce. Sin embargo, a la luz de
las herramientas foucaultianas –tal como las utiliza Thamy Ayouch–,
¿puede creerse todavía en una “biología” del sexo? En este punto, el
autor asesta un segundo golpe certero: el binarismo masculino/fe-
menino, a partir de la incidencia castrado/no castrado, tal como se
presenta en la percepción del niño, ¿no corre el riesgo de reintrodu-
cir en el corpus analítico una “teoría sexual infantil”?
Asimismo, ¿la noción de género sólo puede ser entrevista como
una elección yoica? En última instancia, si se trata de subvertir el psi-
coanálisis a través de la noción de género, también este libro ofrece la vía que permite libe-
rar la hipoteca de la identidad (y el mito de la “auto-percepción”) en el campo de lo sexual.
Porque si hay un motivo en que se apoyan estas páginas, es el de pensar el psicoanálisis
más allá de toda ontología; dicho de otra manera, recuperar del método analítico la puesta
en cuestión continua de cualquier esencialismo.