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ber maltratado. Señala que dichas intervenciones, no son pe-
dagógicas o ideológicas, sino antropológicas, dado que entien-
de que el psicoanálisis tiene una “responsabilidad de huma-
nización del campo de la intersubjetividad en el interior de la
transferencia” (pág. 122).
Cabe también considerar que estos jóvenes transitan la ado-
lescencia, período de fuertes transformaciones, en el cual la
subjetividad está aún en construcción.Viñar (2009), plantea
que en esta etapa, los actos violentos son una descarga de an-
gustia, la evacuación de algo intolerable en el psiquismo, del
orden de la frustración, de la ira o de un vacío sin nombre,
sin representación. Por lo cual, frente al pasaje al acto, auto
o herero agresivo, el desafío consiste en construir un ámbi-
to de representatividad, de capacidad de relato, para produ-
cir un sujeto capaz de compartir e intercambiar experiencias
y afectividad. Desafío que supone, sostener la transferencia,
aún ante actos, que suelen causar rechazo y desaprobación
Transferencia y empatía: Es frecuente que estos jóvenes sean
estigmatizados por el delito cometido, tanto en las institucio-
nespenales, como por los profesionales que pudieran atender-
los. Se los suele nominarcomo perversos e incurables, aún an-
tes de escucharlos. Cuestión que señala Golberg (2012), cuan-
doplantea queciertos comportamientos ponen a prueba nues-
tra capacidad empática.Menciona que frente a quienes delin-
quen, rara vez intentamos ir más allá del aborrecimiento. Agre-
ga que estos sujetos suelen funcionar escindidos, y es crucial
el papel de la empatía, para lograr una conexión significativa
y duradera para trabajar con lo escindido. Propone la empa-
tía sostenida por el analista, no como mero registro de pensa-
mientos y sentimientos, sino como una configuración comple-
ja que se da en un proceso temporal y requiere una narrativa.
La empatía, como capacidad del analista, ha sido desarrolla-
da por Kout(2002), desde el año 1959, y reformulada años des-
pués. La ubica en un contexto epistemológico, como modo de
observación acorde con la vida interna del paciente, como una
herramienta o método basado en una disposición para com-
prender como siente o piensa la otra persona. Los datos em-
píricos, obtenidos en dicha postura observacional, se articulan
luego con el cuerpo teórico, ya sea cercano a la experiencia,
ya semás abstracto. Coincidentemente Dan Buie (1981) con-
sidera que la construcción imaginaria de la experiencia sub-
jetiva del otro, necesita poner en acto procesos inferenciales.
Widlocher (1998) llama co-pensamiento al desarrollo reci-
proco de la actividad asociativa con el paciente,allí se produ-
ce un repertorio de interpretaciones potenciales, y la capaci-
dad empática del analista, permite que la interpretación sea
comunicada en buenas condiciones de ser oída.
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En el trabajo con estos jóvenes, la capacidad empática del
analista implica un desafío, ya sea para armar una figurabili-
dad que suele estar ausente, ya sea para comprender cosmo-
visiones alejadas de nuestro modo de habitar el lazo social.
Para concluir: Por último, cabe señalar que la ausencia de
emoción empática, no es excluyente de los jóvenes que nos
ocupan, en tanto es una problemática con raigambre en con-
diciones epocales, que inciden en la ruptura del lazo social.
Segato (2018) plantea que la repetición de la violencia, pro-
duce un efecto de normalización de un paisaje de crueldad,
y promueve bajos umbrales de empatía, indispensables para
la empresa predadora. La crueldad habitual es directamen-
te proporcional a formas de gozo narcísico y consumista, y al
aislamiento de los ciudadanos mediante su desensibilización
al sufrimiento de los otros. Lo enmarca en la mutación de un
proyecto histórico, que ya no tiene como meta vínculos que
impliquen la felicidad con otros; sino que se dirige a las cosas
como forma de satisfacción. Proyecto alcual es funcional, un
tipo de personalidad no vincular, y carente de emociones. 1
1. Psicoanalista. Compiladora de “jóvenes con conductas sexuales vio-
lentas”, Buenos Aires, Letra Viva, 2017.
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