ahí estaba él, mirando hacia el horizonte, el atarde-
cer comenzaba a pintar el cielo de un color rojizo, la
suave brisa le recorría el rostro, de pronto un ruido es-
tremecedor lo envolvió hasta lo más profundo de su ser
obligándolo a incorporarse a la realidad.
La mañana parecía perfecta, con los primeros rayos del
sol entrando en una de las rendijas de la ventana, bajó de
la recámara para tomar el desayuno, minutos más tarde
se dirigió a su trabajo, teniendo la ilusión que todo re-
sultaría como siempre solía suceder. Eran las cuatro de
la tarde, ya a unos minutos para salir del trabajo, nadie
había ya para ese entonces, de pronto escuchó un ruido
extraño proveniente del segundo piso, al principio no le
puso atención a lo que había oído, segundos más tarde,
unos murmullos (quejidos) se podían percibir desde la
oficina, esta vez aquellos sonidos llamaron su atención,
sin embargo, no hizo el mayor esfuerzo para averiguar
de qué o de quién se trataba.
PERDIDO
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-No me gusta estar encerrada en este lugar-, comen-
tó la voz que antes lo había deslumbrado, fue entonces
que se dispuso a averiguar de quién se trataba, se llevó
una gran sorpresa al ver que no había presencia alguna
dentro del cuarto, minutos más tarde, se retiró de la ofi-
cina, de camino hacia su hogar, José se preguntaba qué
era aquella extraña presencia de la cual había escucha-
do antes, empero, no quiso agobiarse más por el tema.
-¿Por qué me has dejado en aquel lugar?-, dijo la misma
voz que una hora antes había escuchado; para enton-
ces, la noche había cubierto la escena, José se encontra-
ba caminando en un pequeño bosque que lo llevaría de
camino a casa, frente a él, una niña como de 5 o 6 años
de edad aproximadamente, con los ojos llorosos, vestía
una ropa blanca, con un aspecto un tanto desaliñado y
movimientos en exceso lentos, parecía haber tenido una
trágica experiencia.
I N S T I T U T O E S TATA L D E E D U C A C I Ó N P A R A A D U LT O S
La luna seguía alumbrando de forma antinatural el am-
biente, se podía escuchar el chiflido del viento, como si
ellos estuvieran conscientes de qué pasaría, José quedó
inmóvil, trató de formular palabras pero le fue imposi-
ble, sus piernas no le respondían, un sudor frío recorrió
sus mejillas, podía oír los latidos de su corazón como si
se fuesen a salir del pecho, se quedó mirando fijamente
aquella figura infantil que tenía frente a él, no daba crédito
que aquella imagen le paralizara el cuerpo, le inutilizara
la mente. –¡Es solo una niña!-, pensaba José desde sus
adentros. Era su primer día en ese trabajo, un trabajo en
el cual nadie había durado más de dos semanas.
De pronto un ruido estremecedor lo envolvió hasta lo
más profundo de su ser obligándolo a incorporarse a
la realidad. –¡Es hora de tomar su desayuno y sus me-
dicamentos señor José!-, una enfermera del hospital
psiquiátrico se encontraba parada junto a él, en aquel
pabellón habían más de 10 sujetos con el rostro desen-
cajado, con la mirada ida, mirando siempre al horizonte,
deseando algún día volver a casa.
JUAN CARLOS MEJÍA LUIS
Promotor educativo de la Plaza Comunitaria Montoya
Coordinación de Zona 2019 Oaxaca.
I N S T I T U T O E S TATA L D E E D U C A C I Ó N P A R A A D U LT O S
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