IEEA ABRIL 2019 | Page 14

ahí estaba él, mirando hacia el horizonte, el atarde- cer comenzaba a pintar el cielo de un color rojizo, la suave brisa le recorría el rostro, de pronto un ruido es- tremecedor lo envolvió hasta lo más profundo de su ser obligándolo a incorporarse a la realidad. La mañana parecía perfecta, con los primeros rayos del sol entrando en una de las rendijas de la ventana, bajó de la recámara para tomar el desayuno, minutos más tarde se dirigió a su trabajo, teniendo la ilusión que todo re- sultaría como siempre solía suceder. Eran las cuatro de la tarde, ya a unos minutos para salir del trabajo, nadie había ya para ese entonces, de pronto escuchó un ruido extraño proveniente del segundo piso, al principio no le puso atención a lo que había oído, segundos más tarde, unos murmullos (quejidos) se podían percibir desde la oficina, esta vez aquellos sonidos llamaron su atención, sin embargo, no hizo el mayor esfuerzo para averiguar de qué o de quién se trataba. PERDIDO 12 -No me gusta estar encerrada en este lugar-, comen- tó la voz que antes lo había deslumbrado, fue entonces que se dispuso a averiguar de quién se trataba, se llevó una gran sorpresa al ver que no había presencia alguna dentro del cuarto, minutos más tarde, se retiró de la ofi- cina, de camino hacia su hogar, José se preguntaba qué era aquella extraña presencia de la cual había escucha- do antes, empero, no quiso agobiarse más por el tema. -¿Por qué me has dejado en aquel lugar?-, dijo la misma voz que una hora antes había escuchado; para enton- ces, la noche había cubierto la escena, José se encontra- ba caminando en un pequeño bosque que lo llevaría de camino a casa, frente a él, una niña como de 5 o 6 años de edad aproximadamente, con los ojos llorosos, vestía una ropa blanca, con un aspecto un tanto desaliñado y movimientos en exceso lentos, parecía haber tenido una trágica experiencia. I N S T I T U T O E S TATA L D E E D U C A C I Ó N P A R A A D U LT O S La luna seguía alumbrando de forma antinatural el am- biente, se podía escuchar el chiflido del viento, como si ellos estuvieran conscientes de qué pasaría, José quedó inmóvil, trató de formular palabras pero le fue imposi- ble, sus piernas no le respondían, un sudor frío recorrió sus mejillas, podía oír los latidos de su corazón como si se fuesen a salir del pecho, se quedó mirando fijamente aquella figura infantil que tenía frente a él, no daba crédito que aquella imagen le paralizara el cuerpo, le inutilizara la mente. –¡Es solo una niña!-, pensaba José desde sus adentros. Era su primer día en ese trabajo, un trabajo en el cual nadie había durado más de dos semanas. De pronto un ruido estremecedor lo envolvió hasta lo más profundo de su ser obligándolo a incorporarse a la realidad. –¡Es hora de tomar su desayuno y sus me- dicamentos señor José!-, una enfermera del hospital psiquiátrico se encontraba parada junto a él, en aquel pabellón habían más de 10 sujetos con el rostro desen- cajado, con la mirada ida, mirando siempre al horizonte, deseando algún día volver a casa. JUAN CARLOS MEJÍA LUIS Promotor educativo de la Plaza Comunitaria Montoya Coordinación de Zona 2019 Oaxaca. I N S T I T U T O E S TATA L D E E D U C A C I Ó N P A R A A D U LT O S 13