estaba explicando que yo debo organizarme en un
grupo, siempre de manera silenciosa y con la máxima discreción de los conspiradores, y desviar
mi atención de los problemas concretos de la inmediatez de mi existencia para comenzar a ”especular” en la alta política, ayudando a que él o algún otro tome el poder.
Los locos son consentidos como personajes populares y en Cuba, política y locura se toman a menudo de la mano. Yo, en mi locura, comprendo
algunas realidades:
El gobierno cubano actual nunca va a compartir
el poder con otros partidos políticos, porque la
democracia no entra dentro de los decretos fundacionales de su programa. El gobierno cubano
actual ya no tiene programa político ni económico. No tiene programa social y solo está enfocado en un programa militar inspirado en las
ideas de la guerra fría. Sobrevivir y sobrevivir
es la única idea que emana de los lineamientos
y discursos pronunciados por el sustituto del líder único de la revolución cubana.
Los que poseen el poder real, esa casta de militares educados en Rusia y herederos del racismo
endémico de la insipiente aristocracia cubana
que los ayudó a llegar al poder, no van a compartir ese poder porque llegaron a él por la
fuerza militar y no por medios democráticos y
civiles. La “revolución” fue sobre todo una revolución militar, que rápidamente impuso un
toque de queda al pensamiento democrático, a
la reflexión y al disentir. Desde José Martí a Fidel Castro todas las ideas de independencia, democracia y república han sido precedidas de
sangre y fuego. En Cuba no producimos terciopelo.
Creo que el error más grave de quienes quieren la
democracia en Cuba, por amor a las libertades
fundamentales del hombre o por deseo de poder,
es proponer planes para que el gobierno cubano
se vea obligado a compartir o pierda el poder. Todos los proyectos y sus acciones están enfocados
en la lucha contra el poder. En la lucha directa, lo
cual significa que desconocen algunas realidades
del sistema social cubano. En Cuba hay millones
de cubanos dispuestos a matar a todo aquel que
exprese de alguna manera una idea diferente a las
ideas de los líderes históricos de la revolución militar, económica, social y política de 1959.
Los hechos recientes en la política y las sociedades de Latinoamérica demuestran lo importante
que resulta que los actores políticos tengan programas claros, definidos y enfocados en múltiples
plataformas sociales y valores humanos, pero y
sobre todas las cosas, programas políticos en los
cuales el ciudadano común vea, comprenda y
sienta el verdadero poder que emana de sus decisiones. Donde el ciudadano se empodere y se auto
reconozca como parte de un grupo común, como
parte de un interés común. Donde el ciudadano
recupere sus espacios de diálogo con el resto de
los actores sociales y se sienta empoderado y capaz de tomar en conjunto decisiones en favor de
todos.
Muchos de nuestros grupos de la oposición no se
concentran en lo fundamental: el trabajo en el terreno de las comunidades y los grupos sociales.
Pero en algunos casos la cosa es peor y algunos
proyectos “democráticos cubanos” deberían de
llamarse “Partido por el Yo” o “Yo quiero ser Presidente,” los cuales, a los ojos del mundo, muestran una cara de torpe principiante en la sociedad
civil cubana.
¿Soluciones o propuestas para la democracia en
Cuba? ¿Caminos? ¿Ideas? Muchas, no tantas
como deberían ser, pero en algunos grupos y plataformas políticas como Arco Progresista o el
Partido Liberal Cubano, la palabra y la intención
de unidad nacional está siempre viva y presente.
Unidad es la acción y la idea fundamental. Solo
con el valiente sacrificio del yo y del ego será que
nuestros activistas civiles podrán lograr la necesaria unidad de acción y criterio para emitir un
mensaje capaz de llegar y ser entendido por nuestras comunidades, las cuales están necesitadas de
guía y soluciones prácticas a los graves problemas de la Cuba de hoy
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