Luces y sombras de la
atención a discapacitados
en Cuba
clase y género en Cuba y el mundo
Moisés Leonardo Rodríguez
Profesor y activista cívico
Artemisa, Cuba
A
l entrar a una vivienda del batey del antiguo central Orozco, municipio Bahía
Honda, provincia Artemisa, los sentidos
perciben un ambiente infrahumano. Olores fuertes por la falta de higiene asociada a que no alcanza el dinero para comprar detergentes y jabón.
Además, el agua no llega por tuberías y esto
obliga a comprarla a 80 centavos la lata.
Las despintadas paredes, techos y pisos completan lo dantesco del ambiente en que conviven
Agustina Rodríguez Díaz, madre de la invidente
de nacimiento Violeta Arozarena Rodríguez y de
Elena Rodríguez Díaz, quien a su vez es madre
soltera de Bárbara Isaura Rodríguez Díaz, de 20
años, ciega de nacimiento y con retraso mental severo.*
Estas mujeres declaran que no son atendidas por
la seguridad social. Según Violeta, “aquí no nos
atienden a nosotros; a mí no se me ha dado nada.
En este mundo no se me ha dado nada”. La madre
añade que Violeta se quemó para ver si así le daban algo y que, en otra ocasión, la sorprendió tratando de ahorcarse. Violeta afirma: “Yo tengo
que estar abriéndole las patas a todos los hombres
que vengan por veinte pesos para comer. ¿Por qué
es eso? Porque para la seguridad social somos potrero”. Dice que estuvo “dos meses sin comer para
poder comprar un colchón y un ventilador, y lo
poco que nos han dado por bienestar social está
podrido”.
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