aparato de propaganda antiamericana, antiespañola y anticatólica. No obstante, aún la literatura
de ficción no se ha hecho eco de la teoría del sincretismo, no ya como dialéctica espontánea, fecunda y evolutiva, sino como imposición
degenerativa calculada por la clase dominante.
Acaso el ensayo, con mayor o menor acierto, ha
sido quien más ha coqueteado con La leyenda…,
porque ni siquiera los dramatizados televisivos,
de la peor factura, han logrado llevar a la ficción
el fenómeno de marras.
Tiene que esperarse a la segunda mitad del XX,
porque en la primera mitad no hubiese tenido
efecto debido a la fuerte inmigración peninsular,
que evita la idealización de supuestas malvadas
costumbres y creencias de los españoles. Pero ya
en el castrismo, el proceso de envenenamiento
por demagogia arranca en las escuelas y universidades instalando procesos mnémicos que la mayoría de los estudiantes, con independencia del
nivel de inteligencia, arrastrarán de por vida. Así
que el cliché de la revolución que “hace persona”
al cubano de etnia africana, que no solo lo libera
del racismo, sino que “desenmascara” el oscurantismo de la religión “impuesta” por la clase dominante en el pasado, bebe directamente de La
leyenda negra española en su capítulo cubano.
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