Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 114

cuando el castrismo niega sin embozo las libertades más elementales y el derecho a construir la hacienda familiar, más demanda el espíritu de algunos momentos de nuestra corta historia independiente que los cubanos comprendan la noción de patria que insta a superar de conjunto las peores condiciones. Para Reynaldo Castro, quien a diferencia de Alberto Perret renació por aquellos días en que comenzaba la revolución y el castrismo era impensable, el abandono de los trabajadores azucareros es algo muy triste. Entre los ancianos entrevistados por Maylan Álvarez, su testimonio permite intuir mejor las tensiones que se derivan de la afinidad con la revolución de Fidel Castro y la conciencia del deterioro, el abandono y el olvido en que tal afinidad sumió a los trabajadores de la industria azucarera: “Si yo tuviera eso en mis manos los hubiera dejado cerrados, darle mantenimiento, engrasarlos y hubiera esperado a ver qué pasaba. No los demolía. No fueron desactivados, fueron demolidos. (…) Los hierros grandes… los picaron con antorchas y los vendieron para materias primas. … pero hubo hasta robos. (…) Aquí hay gente que se ha hecho de dinero vendiendo chatarra. ¿Quién tiene chatarra en este país? El Estado. Había personas que parecían un bando de tiñosas sobre un animal muerto: picando hierros con oxígeno y acetileno. ¿Y el oxígeno y el acetileno de quién es? También del Estado. Fueron cosas que se toleraron, barbaridades que se toleraron.”5 Si la decisión de destruir nuestros centrales o conservarlos no estuvo en las manos del obrero Reynaldo Castro, como él mismo dice, con su historia de machetero y dirigente político, no es difícil comprender que no estuvo en manos de ningún trabajador y que en un país donde todas las categorías humanas fueron sacrificadas en pos de aquella que lo define como obrero, el fin de nuestra principal estructura agroindustrial fue decidido al margen de los cubanos. Sin embargo, Reynaldo Castro se refiere a los que mandaron a destruir los centrales y acabar con el paisaje centenario de tantos pueblos sin usar los calificativos que sí está dispuesto a aplicar para 114 particulares que se mezclaron, buscando el beneficio individual, a la corriente de destrucción desatada por el Estado. No es bárbara la revolución ni Fidel Castro es una tiñosa, pero sí lo son los otros, a los que es fácil posicionar allí donde el castrismo depositó, por décadas, todos los agravios; allí donde reúne y busca confundir a los criminales con los opositores políticos. La tensión intelectual que sufren estos hombres entregados a la manera de Reynaldo Castro, se puede comprobar también con Pedro Pablo Castañeda, quien afirma en la entrevista con Maylan Álvarez: “Después que pararon el central, las gentes se han sentido muy tristes, como si hubieran perdido la vida. Después que el central paró la gente perdió el ánimo. Pero el concepto revolucionario sí lo mantenemos. Ahora, esa alegría de cuando molía el central, decayó.”6 El castrismo exige a sus adeptos una tarea ingrata: desgranar de la revolución los elementos que le pudieron parecer constitutivos. La vida, la alegría y el ánimo, algo que la propaganda castrista no se cansa de exaltar como propiamente revolucionarios, pueden ser secuestrados sin que parezca necesario disminuir el “concepto revolucionario”. Pero no todos los testimonios recogidos por Maylan Álvarez muestran esta peculiaridad en el análisis. Gladys Abreu Cárdenas defiende el valor relativo de la llamada Tarea Álvaro Reynoso: aplicar el estudio como empleo para decenas de miles de trabajadores que quedaron sin vínculo laboral con el cierre de los centrales. “En medio de la tarea llegó la resolución esa, la de jubilarte antes de cumplir la edad y muchas personas se acogieron a esto. Por eso te digo que yo creo que cumplió su objetivo: el de adaptar a las personas a no ser más lo que fueron. Y a partir de ahí empezar otra vida. Esa otra vida ha estado marcada por el canibalismo. Así yo le llamo al desmantelamiento del central, lo mismo por parte del Gobierno que de las personas de por aquí. Por parte del Gobierno, todos los que tienen que ver con Materias Primas. Eso alguien lo ha tenido que autorizar. Ha sido catastrófico. Han llegado con equipos de oxicorte y a cortar por pedazos el central y llenar camiones y camiones de las piezas