cuando el castrismo niega sin embozo las libertades más elementales y el derecho a construir la
hacienda familiar, más demanda el espíritu de algunos momentos de nuestra corta historia independiente que los cubanos comprendan la noción
de patria que insta a superar de conjunto las peores condiciones.
Para Reynaldo Castro, quien a diferencia de Alberto Perret renació por aquellos días en que comenzaba la revolución y el castrismo era
impensable, el abandono de los trabajadores azucareros es algo muy triste. Entre los ancianos entrevistados por Maylan Álvarez, su testimonio
permite intuir mejor las tensiones que se derivan
de la afinidad con la revolución de Fidel Castro y
la conciencia del deterioro, el abandono y el olvido en que tal afinidad sumió a los trabajadores
de la industria azucarera:
“Si yo tuviera eso en mis manos los hubiera dejado cerrados, darle mantenimiento, engrasarlos y
hubiera esperado a ver qué pasaba. No los demolía. No fueron desactivados, fueron demolidos.
(…) Los hierros grandes… los picaron con antorchas y los vendieron para materias primas. …
pero hubo hasta robos. (…) Aquí hay gente que
se ha hecho de dinero vendiendo chatarra. ¿Quién
tiene chatarra en este país? El Estado. Había personas que parecían un bando de tiñosas sobre un
animal muerto: picando hierros con oxígeno y
acetileno. ¿Y el oxígeno y el acetileno de quién
es? También del Estado. Fueron cosas que se toleraron, barbaridades que se toleraron.”5
Si la decisión de destruir nuestros centrales o conservarlos no estuvo en las manos del obrero Reynaldo Castro, como él mismo dice, con su historia
de machetero y dirigente político, no es difícil
comprender que no estuvo en manos de ningún
trabajador y que en un país donde todas las categorías humanas fueron sacrificadas en pos de
aquella que lo define como obrero, el fin de nuestra principal estructura agroindustrial fue decidido al margen de los cubanos.
Sin embargo, Reynaldo Castro se refiere a los que
mandaron a destruir los centrales y acabar con el
paisaje centenario de tantos pueblos sin usar los
calificativos que sí está dispuesto a aplicar para
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particulares que se mezclaron, buscando el beneficio individual, a la corriente de destrucción
desatada por el Estado. No es bárbara la revolución ni Fidel Castro es una tiñosa, pero sí lo son
los otros, a los que es fácil posicionar allí donde
el castrismo depositó, por décadas, todos los agravios; allí donde reúne y busca confundir a los criminales con los opositores políticos.
La tensión intelectual que sufren estos hombres
entregados a la manera de Reynaldo Castro, se
puede comprobar también con Pedro Pablo Castañeda, quien afirma en la entrevista con Maylan
Álvarez: “Después que pararon el central, las gentes se han sentido muy tristes, como si hubieran
perdido la vida. Después que el central paró la
gente perdió el ánimo. Pero el concepto revolucionario sí lo mantenemos. Ahora, esa alegría de
cuando molía el central, decayó.”6
El castrismo exige a sus adeptos una tarea ingrata:
desgranar de la revolución los elementos que le
pudieron parecer constitutivos. La vida, la alegría
y el ánimo, algo que la propaganda castrista no se
cansa de exaltar como propiamente revolucionarios, pueden ser secuestrados sin que parezca necesario disminuir el “concepto revolucionario”.
Pero no todos los testimonios recogidos por Maylan Álvarez muestran esta peculiaridad en el análisis. Gladys Abreu Cárdenas defiende el valor
relativo de la llamada Tarea Álvaro Reynoso:
aplicar el estudio como empleo para decenas de
miles de trabajadores que quedaron sin vínculo
laboral con el cierre de los centrales.
“En medio de la tarea llegó la resolución esa, la
de jubilarte antes de cumplir la edad y muchas
personas se acogieron a esto. Por eso te digo que
yo creo que cumplió su objetivo: el de adaptar a
las personas a no ser más lo que fueron. Y a partir
de ahí empezar otra vida. Esa otra vida ha estado
marcada por el canibalismo. Así yo le llamo al
desmantelamiento del central, lo mismo por parte
del Gobierno que de las personas de por aquí. Por
parte del Gobierno, todos los que tienen que ver
con Materias Primas. Eso alguien lo ha tenido que
autorizar. Ha sido catastrófico. Han llegado con
equipos de oxicorte y a cortar por pedazos el central y llenar camiones y camiones de las piezas