Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 14

que permitieron la riqueza y el poder de las elites o del Estado. El azúcar que sostuvo las fortunas de las grandes familias de la sacarocracia cubana es la misma de donde se pudo extraer la materia prima para la producción de raspaduras, que posibilitaron el intercambio entre los afrodescendientes y de estos con los colonos libres que comenzaron a degustar los platos del menú étnico. Surgió así el mal llamado mercado negro, que no es otra cosa que el mercado étnico en la periferia del mercado global. El mercado étnico es periférico y limitado. No permite acumulación ni genera la suficiente capacidad de ahorro para invertir en mejoras técnicas y producir raspaduras a una escala más o menos industrial que posibilite su participación en el mercado. Hay un mercado para la raspadura, pero no hay un mercado de la raspadura. Lo que perfila una característica esencial del mercado étnico en Cuba: su marginalidad y pobreza técnica. Se conforma así la condición económica de los afrodescendientes en Cuba: vivir entre la economía étnica de la subsistencia y el mercado étnico de la marginalidad. Hay una doble pared económica contra la que han rebotado tradicionalmente los afrodescendientes: reproducir sus fuerzas con el fin de reproducir el excedente que sostiene a las elites o al Estado y medrar en los intersticios del mercado para generar un beneficio sin rentabilidad que permita imitar, que no entrar, a las elites en su modo de vida. La economía o el mercado étnico en Cuba son reflejos de las insuficiencias del modelo extractivo para propiciar el desarrollo. Si el mercado étnico es siempre marginal respecto de los flujos de la economía de mercado, no es necesariamente sinónimo de subdesarrollo social, tecnológico o de los niveles de bienestar general. En Cuba la economía o mercado étnico sí supone subdesarrollo en todas las dimensiones: crecimiento, creación de bienestar, avance tecnológico e innovación, incremento del mercado, modernización y urbanización. Aquí la supervivencia de las elites ha dependido siempre de la reproducción de su modelo extractivo. 14 Del modelo extractivo de las ricas haciendas transitamos —en transición que fue incompleta— al modelo inclusivo de las ciudades, divididas en clase alta, clase media y barrios obreros de arquitectura y diseño estético del espacio. Los mercados de Carlos III, el famoso Mercado Único, el Mercado de Marianao, Sears y los famosos Ten Cents reflejan y concentran el mercado abierto, inclusivo y participativo donde todos compran y al cual se accede desde los específicos poderes adquisitivos, independientemente del origen. El dinero y la igualdad de acceso igualan a los ciudadanos en este mercado, y si bien la cuna define las fortunas ―la pobreza es un duro dato moderno― los rasgos étnicos no deciden el acceso a la redistribución económica del mercado. Lo más important