El latido social de
la cultura alternativa*
Nilo Julián González Preval
Artista de la Plástica. Poeta
Integrante-fundador de ACETATO Producciones
Omni Zona Franca
La Habana, Cuba
T
odos los países tienen un ritmo que puede
seguirse por el latir de las fuerzas y energías sociales de la masa humana, que vibra
según la época y los ciclos sociales de la nación.
En Cuba, siguiendo el patrón de la historia reciente de América Latina, hemos vivido los últimos 50 años bajo la presión de una dictadura militar, que desde 1959 mostró el camino de la censura y la filiación a sistemas políticos ajenos a la
incipiente tradición republicana y social.
Ya en esas famosas cuatro reuniones con los intelectuales cubanos en la Biblioteca Nacional, Fidel
Castro y quienes por interés y cobardía lo secundaron, sentaron las bases de una programada y
sistemática reconstrucción de la historia cultural
de Cuba. Nada antes de 1959 tenía valor; nada
después del 59 debía ser fuera de la revolución,
esto es: fuera del dominio político-militar impuesto a un pueblo que tristemente siguió el impulso de la pasión con la cual intentaba cambiar
los males heredados de una frustrada independencia, una república dependiente del mercado americano, que solo sirvió a los intereses de una sacarocracia burguesa y entregada a los placeres del
cabaret y la rumba.
Un motivo que acaloradamente se discute cada
vez más en los círculos intelectuales cubanos es
la incapacidad de la nación para completar y culminar proyectos colectivos imprescindibles,
como la Independencia y la República o el propio
90
proyecto de la Revolución. Muchas cosas ha dejado a medias la nación cubana y siempre han surgido individualidades que señalan el camino a seguir, aunque en muchos casos nadie los ha seguido.
Esas individualidades, sean políticas, científicas o
culturales, forman parte del todo que es la cultura
cubana. Esas individualidades forman parte de la
historia de la cultura cubana alternativa y su mensaje alternativo nos alcanza hoy en el esfuerzo
que realiza una parte importante del pueblo por
democratizar la sociedad.
1990 marca un antes y un después en la crítica situación económica, política y social de Cuba después de la llegada al poder de los llamados rebeldes. En esa década el mundo dio una vuelta de
más y el pueblo de Cuba tuvo que buscar la luz o
morir de hambre e inanición. Toda la nación se
volcó a la calle y, en una silenciosa guerra civil,
mataron la imagen de nación socialista próspera
y de cara a un futuro luminoso.
El hombre nuevo proclamado por el Che tuvo que
inventar y descubrir, robar y traficar para poder
alimentar a su familia y mantener así un mínimo
de dignidad humana.
Estos años también significaron, para el Estado,
una pérdida de poder que cada día resulta más y
más evidente. Ya el socialismo no alimentaba a
sus hijos, sino que los estaba devorando y los hijos se rebelaron de todas las formas posibles.