partiendo de las leyes nos lleve a unas reglas consensuadas para estructurar nuestra propia convivencia sobre fundamentos civilizados.” Y eso lo
está logrando a través de las Mesas de Iniciativa
Constitucional en todo el país, donde los ciudadanos analizan y discuten problemas y dificultades
que deben enfrentarse en medio de ese proceso y
hacen propuestas a partir de sus vivencias concretas. En esa línea de pensamiento y las dificultades
que se presentan en la Cuba de hoy, se inserta el
trabajo de Boris González Arenas “Prohibido Olvidar” sobre las consecuencias que resultan del
liderazgo único y el olvido impuesto para borrar
toda huella de los descalabros, así como sus consecuencias para el orgullo y la autoestima del esfuerzo propio. La memoria es un acusador que el
poder trata de disipar mediante el olvido o el ocultamiento como táctica para envilecer la expresión
individual.
Completan esta sección “Democracia, poder judicial e historia”, de Wilfredo Vallín, y “Las bases
políticas del Partido Liberal en Cuba”, de Fernando Palacio. El primero se remite a la ausencia
de importantes elementos que definen el derecho
contemporáneo: un Tribunal de Garantías Constitucionales, Poder Judicial independiente y libre
ejercicio de la abogacía, con todas las consecuencias que esto acarrea. Palacio se refiere al liberalismo como tradición política en Cuba y las ventajas que le atribuye para concretar un cambio democrático.
Junto a esas brechas democráticas y estrechamente vinculada a ellas se inscribe la brecha digital, a la cual están dirigidos los trabajos “Democracia, memoria y brecha digital”, de Rafel Campoamor, y “Las nuevas tecnologías”, de Leonardo
Calvo, otra manifestación de la múltiples dificultades que afrontan los cubanos. Ambos autores
enfatizan la necesidad y obligación de que las
nuevas generaciones se empoderen con las nuevas tecnologías para discutir el pasado, encarar el
presente y prepararse para el futuro, así como
aprovechar la posibilidad de abrir nuevas sendas
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en medio de una realidad que ensombrece el panorama social.
En las condiciones de Cuba ha venido tomando
fuerza lo que se ha dado en llamar el “arte alternativo”. A él están dedicados la entrevista “Trabajar en el límite”, que nos presenta Verónica
Vega, y “El latido social de la cultura alternativa”,
de Nilo González, sobre las dificultades, censuras
y objeciones que se alzan contra los grupos aventurados en el trabajo independiente más allá de los
límites oficiales impuestos. En “Los ingredientes
del ajiaco cubano”, Ricardo Lazo se refiere a los
distintos “sabores” legados a la cultura cubana y
sus múltiples orígenes etnorraciales. De esa
forma resalta cómo, a pesar de las limitaciones
que le impuso la esclavitud a los africanos, el enriquecimiento de nuestros gustos alimentarios
con los recursos del nuevo medio se cuenta entre
sus grandes contribuciones a la cultura nacional.
Y como colofón “La Callada Molienda”, de Boris
González Arenas, constituye más que una reseña
bibliográfica una sugerente reflexión sobre las
consecuencias económicas, sociales y culturales
del desastre azucarero, que principió desde los
primeros tiempos de la revolución y se agudizó
con el golpe demoledor de 2002, al abandonarse,
cerrarse y destruirse decenas y decenas de centrales azucareros que, durante siglos, habían constituido fábricas de riquezas. Aquí se examinan las
consecuencias de esta catástrofe social para los
hombres y mujeres que habían hecho de ese renglón productivo no solo un medio de vida, sino
también fuente del sentido.
Dr. Juan Antonio Alvarado Ramos
Editor Jefe