Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 72

El mismo proceso de ajustes emprendido por el gobierno ha terminado por convencer a la gente de las políticas erráticas y concepciones inapropiadas para la creación y sostenibilidad del bienestar. Al mismo tiempo, la naturaleza limitada de los cambios refuerza la visión de que no solo las autoridades han confundido el rumbo, sino de que carecen de la voluntad y la capacidad para abrir plenamente las vías de desarrollo y progreso social. Todo lo antes expuesto prepara el terreno para mejor interacción de la oposición política cubana con los ciudadanos. Significa que la idea y la oportunidad de cambio político es cada vez más clara y que su aceleración depende de la acción y legitimación proveniente de la ciudadanía. Esto conlleva el despliegue de recursos políticos y sociales apropiados para un cambio que, efectivamente, favorezca y repercuta en la ciudadanía. Hablar sobre ideas democráticas hoy en Cuba representa un duelo para cualquiera que pretenda ostentarlas como proyecto social. En primer lugar, por el feroz fuego mediático que contra estas ideas mantienen los medios masivos, presentándolas como estrategia económica de los poderosos encaminada a enriquecerse ellos y aplastar a los más débiles para dictar las políticas mundiales unilaterales. Para promocionar esta tesis no se detienen frente a meras trivialidades y se organizan grandes simposios, congresos, encuentros y cuanto fórum y tribuna machaque en contra y pretenda desacreditar nuestras ideas, con cientos de invitados y ponentes de cualquier parte del planeta, pagados con el sacrificio esclavo del pueblo cubano. Pobreza, analfabetismo, desigualdades e injusticias son algunas de las supuestas consecuencias que se derivan de la aplicación, según nuestra prensa oficial y quienes ofician en los encuentros antidemocráticos, del pensamiento liberal y democrático. La elite gobernante cubana presenta este pensamiento como uno de los jinetes del Apocalipsis, achacándole todos los males habidos y por haber, como el culpable del atraso y la pobreza que hoy golpea tan fuerte a una gran porción de nuestros ciudadanos. Se publican fotos y reportajes para mostrar cuan perjudicial sería recurrir a fórmulas que descentralicen la gestión (en contra del intervencionismo del Estado) y pongan en manos de los individuos y la sociedad civil la responsabilidad de sus vidas. ¿Pero, son ciertas estas aseveraciones que se presentan como verdades irrebatibles, o no son como las pintan? Ahí están la Declaración de Derechos Humanos, los Pactos de Derechos Civiles y Políticos, Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas. Tenemos la Declaración Americana de los Derechos del Hombre, entre otros muchos pactos, convenciones, protocolos y convenios que salvaguardan los derechos fundamentales de la persona y ponen su libertad por encima del Estado. En las constituciones de todo país que se diga democrático, las libertades fundamentales de sus ciudadanos están siempre consagradas por encima del poder del Estado y del gobierno. Este último es monitorizado permanentemente por los ciudadanos y no a la inversa, como sucede tristemente en Cuba. Hoy es una necesidad lograr que las ideas democráticas y de libertad sean abrazadas y aceptadas por la sociedad civil cubana, en un momento en que la cúpula gubernamental vende al mundo el socialismo del siglo XXI como la opción perfecta y viable. Ya somos bastantes los ciudadanos que estamos completamente convencidos de que para que las ideas democráticas y de libertad rijan a nuestro país hay que contar con la participación protagónica de la sociedad civil y del ciudadano de a pie. Son muchas las organizaciones de 72