mática en el país y el delegado enviado por esa República africana hasta el momento no fue recibido por las autoridades locales. La comunidad senegalesa de Buenos Aires sospecha que el asesinato se deriva de la reacción contra el historial de Ba en la defensa de los derechos de las minorías, particularmente en la reivindicación de sus compatriotas senegaleses. Ba había marchado ya junto a varios vendedores ambulantes subsaharianos, quienes fueron desalojados por la policía en varias zonas porteñas de venta informal y al menudeo, como en la zona porteña de Once. Ba se convirtió en referente por su actividad en la agrupación de senegaleses Daira y si bien no se dedicó a la venta ambulante, fue un miembro más del grupo que ayudó a los manteros( vendedores ambulantes) en sus pleitos con las autoridades. Su muerte provocó consternación y el repudio de varias organizaciones, entre ellas la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina( ARSA), que fue rechazada como querellante por el juez que lleva la causa, ya que tanto la Comisaría Federal como la Fiscalía no han mostrado hasta ahora la voluntad de esclarecer los hechos. El historial de discriminación y exclusión preexistentes concita el temor de que la averiguación no marche por los rumbos pertinentes al tratarse de un africano. De algún modo resulta irónico que Ba haya fallecido el Día Internacional de la Mujer, en que se pregona el respeto y el fin de la violencia. En alto contraste, 98 mujeres fueron víctimas de muerte violenta en 2015 solo en la provincia de Buenos Aires. También pudo apreciarse una suerte de racismo mediático velado, pues a las 48 horas del deceso de Ba, apenas una decena de medios alternativos, en su mayoría senegaleses, informaron sobre el asesinato. Solo el viernes 11 de marzo se hizo eco de la mala nueva el primer medio masivo gráfico argentino y el sábado comenzaron a replicar otros.
Si en la televisión no hay lugar para afrodescendientes, como ilustran los espacios publicitarios, tampoco lo hay para simples ciudadanos. La violencia no solo es física, sino también simbólica.
Perfil y trayectoria Como tantos de sus compatriotas senegaleses en búsqueda de mejor futuro, Ba llegó a la Argentina en 1995, cuando no eran tan intenso el flujo de inmigración subsahariana, sobre todo desde Senegal y Nigeria, pero también de congoleños, cameruneses y guineanos. Ba era una persona instruida, políglota, que había transitado por los claustros de la Universidad de Dakar, su ciudad natal y capital senegalesa. Aquí se formó Cheikh Anta Diop— y por eso la universidad lleva su nombre— quien sostuvo el origen africano de la civilización egipcia frente a la mirada atónita, incrédula y arrogante de la Europa eurocéntrica y de su Academia. Ba no terminó su carrera universitaria y proyectó concluirla en Argentina. Asistió a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, a fines de los años 90, cuando la recesión comenzaba a golpear fuerte a las puertas del país. Pese a su potencial y cultura, como muchos inmigrantes que llegan con poco y nada, Ba tuvo que emplearse en locales de diversas cadenas hoteleras de lujo para tener un ingreso mínimo. Paralelamente comenzó a interesarse por mejorar las condiciones de sus compatriotas, que arribaban a ritmo creciente. En principio ayudaba a los suyos a conseguir un lugar donde residir y más tarde, como reconocimiento a su labor, resultó electo director de la Casa de África en Argentina. Esta institución se fundó en agosto de 1995 con la finalidad primera de orientar y ayudar a los subsaharianos. En asociación con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo( INA- DI), también creado en 1995, la Casa comenzó a procesar casos de discrimi-
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