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de las gestiones públicas, participen directamente en las esferas del quehacer público. Un solo partido político sin competencia y perpetuado en el poder gubernamental por más de medio siglo es la clara expresión del sistema no democrático. Va siendo hora de suplantarlo por el bien de la nación cubana y sus ciudadanos, de que el sistema político se abra al pluripartidismo y permita la coexistencia de otros movimientos, aunque no enarbolen la misma ideología. Esto permitiría la libertad de expresión y asociación, así como el respeto a los derechos fundamentales de los individuos y las minorías. Los partidos políticos opositores, como Arco-Progresista, Solidaridad Liberal Cubano (PSLC), Partido Liberal de Cuba (PLC) y otros, pudieran jugar un papel fundamental en el sistema democrático. No solo representando las aspiraciones ciudadanas y reflejando las disensiones sociales, sino también estructurando agendas que den forma a la fisionomía política con las aspiraciones programáticas del ciudadano y las esferas institucionales del Estado. La búsqueda del ciudadano y el trabajo en las comunidades es prioridad de los partidos políticos opositores, movimientos, grupos y proyectos independientes. El resultado es una mayor aceptación y reconocimiento por los ciudadanos, que van empoderándose política y socialmente en el contexto del aumento considerable tanto de sus activistas como de sus partidarios. No se quedan rezagados la Plataforma Femenina Nuevo País (PFNP), el Centro Liderazgo y Desarrollo (CELIDE) y el Proyecto Nuevo País, que demandan la participación ciudadana en una amplia gama de responsabilidades cívicas que potencien, directa o indirectamente, la civilidad en un nuevo régimen democrático. La instauración y consolidación de un sistema democrático es un proceso complejo y difícil. Hay una crisis de representación que desemboca en no tener cuenta la voluntad ciudadana en la toma de decisiones. Desde hace más de 30 años, la lucha de forma pacífica por las organizaciones independientes de la sociedad civil, de conjunto con los partidos políticos opositores, tienen la finalidad común de lograr un Estado de Derecho, donde el gobierno legítimo democráticamente elegido garantice la participación ciudadana tanto directa como indirectamente en las tomas de decisiones, así como las libertades de expresión, movimiento y asociación. Ese gobierno debe forjar un marco legal justo que proteja los derechos humanos, especialmente aquellos de las minorías, con poder judicial independiente y fuerza política incorruptible. Ese gobierno tiene que dar prioridad a la participación ciudadana y a la organización de la sociedad civil para que esta cumpla un rol protagónico en la defensa de sus derechos y en la formulación de anhelos y propuestas. Tal espíritu debe presidir tanto del dialogo nacional como la toma de decisiones sobre los temas principales. Las organizaciones democráticas dentro de Cuba, mediante el consenso y la deliberación, re-direccionan sus agendas y estrategias de trabajo. No descansan en la búsqueda de la emancipación ni pierden las esperanzas de que Cuba se integre a la comunidad democrática de América Latina, para que comience así una nueva era. 127