IDENTIDADES 1 ESPAÑOL IDENTIDADES 5 ESPAÑOL | Page 21

Por tanto, se niegan a contar su verdad y tratan de esconder su miseria para que no sea vista, aunque no sean culpables. Por último está la marginalidad con que deciden vivir algunos, que se apartan del resto de la sociedad y se conforman con ese tipo de vida. Todo intento por convencerlos de que cuenten y muestren su realidad se responde con agresividad, malas formas y vulgaridad. Esas acciones son el producto de una sociedad que los ha excluido y en consecuencia, ellos hacen lo mismo con la sociedad. Pero lo que sí es real es que trabajos como estos, ya sean audiovisuales, entrevistas, talleres o cualquier otro que llegue al pueblo y traspase fronteras, son muy necesarios. A pesar de que muchos cubanos sientan temor o recelo a pararse frente a una cámara, todavía hay otros que, como nosotros, aunque detrás del lente o una grabadora, seremos capaces de hablar y mostrar por todos. Eso es lo que nos propusimos con la realización de este video. El Moro es una barriada de principios del siglo XX, en Mantilla, zona de la periferia de La Habana. En pocos años se convirtió en una de las tantas áreas que albergaron mayoritariamente a la población negra y mestiza. Con el paso del tiempo ha devenido en refugio de familias tanto habaneras como del resto del país, fundamentalmente afrodescendientes, desamparadas ante la indisponibilidad de viviendas, que se ven obligadas a sobrevivir en las peores condiciones. Las imágenes que aquí se muestran y los testimonios de sus moradores dan visibilidad a un tema que, por todos los medios, trata de ocultarse. El desastre habitacional, la insalubridad, la marginalidad, la pobreza, la exclusión y la vulnerabilidad social se han agravado en las últimas décadas como resultado de la desidia oficial. Esta situación marca la vida de hombres y mujeres, y limita de manera alarmante el desarrollo integral, emocional y psicológico de niños y jóvenes. Las imágenes muestran el entorno físico de El Moro y el modo en que lo perciben sus moradores, pero detrás de todo eso está el entorno social y espiritual, los valores humanos que, a fuerza de los golpes de la vida, se van deteriorando y enrareciendo a pasos agigantados. Las intervenciones de los entrevistados parecen ser breves y, en algunos casos, cargadas de temores, que se presentan cuando se está ante una cámara y se conocen las represalias que pueden derivarse de expresar opiniones críticas. Sin embargo, todas reflejan múltiples aristas de la vida asfixiada por tanta penuria en diversas generaciones. Un joven afrodescendiente duda de su futuro y de establecer una familia ante los retos casi insalvables que presentaría. Yo, que nací, crecí y vivo en la zona, he podido conversar con él sobre todo el peso que la vida le ha puesto encima y sus contradicciones para organizar una familia coherente y ordenada. Una de sus expresiones resulta elocuente. Sobre las perspectivas con que la mayoría de los jóvenes analizan su vida futura dice: “Yo mismo tengo veinte años y no pienso, hasta ahora no he pensado, tener hijos, porque ¿en qué condiciones los voy a criar?” La ultima señora que habló, y que a veces parece que su mirada y su mente se pierden en un horizonte difuso, se expresa de manera crítica con el desaliento y la falta de perspectivas reflejados en su rostro, pero como soslayando, a toda costa, las verdaderas causas del problema y sus responsables con la genérica definición del Estado como principal responsable del desdén que los somete a condiciones de vida escandalosas, en un país que, desde el inicio de la revolución, se planteó entre sus objetivos fundamentales eliminar la marginalidad, al menos en el contexto habitacional. 21