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ción del fenómeno en la sociedad cubana y la situación indefensa en que se encuentran los principales afectados. Jorge Amado nos presenta la censura e intentos de desacreditar a las expresiones religiosas cubanas —que han llegado hasta la persecución—, con especial énfasis en las de origen africano. En el plano económico se inscriben los trabajos de Armando Soler, “El caos monetario y su efecto social”, e Hildebrando Chaviano, “Travestismo económico”. El primero aborda los estertores de la economía cubana y sus efectos en la cada vez más empobrecida población. Soler se extiende en las contradicciones y dudas que provoca el anuncio de la unificación monetaria, que no espera satisfaga las necesidades de la gente sometida durante años al enajenante uso de diversas monedas. La experiencia ha dejado claro que el único y fundamental objetivo del poder, no importa el contenido de sus invenciones, es garantizar y mantener su férreo control sobre la sociedad y tratar de aliviar su ya imperiosa crisis, a la vez que se aleja cada vez más y de manera alarmante de sus pregonados compromisos con el pueblo. Chaviano se refiere a la recién promulgada Ley de Inversión Extranjera como otra desesperada medida para remediar un tanto la falta de recursos económicos, así como a las consecuencias que acarrea. En medio de estas circunstancias, José Hugo Fernández, nos ofrece una novedosa visión personal del problema racial en ¿Nuevo paso hacia la emancipación de los negros cubanos? Una hipótesis que no necesariamente implica reales y sustanciales cambios, y que el autor deja a la negación o confirmación de los estudiosos tras referirse a la percepción visual de ciertos síntomas de mejora económica entre ciudadanos negros y mestizos, en segmentos bien demarcados de la población y como posible resultado de la decisión de dar un vuelco a sus vidas ante la decadencia, la inmovilidad, la falta de acciones concretas y la inconsistencia del gobierno con los avances tantas veces prometidos y otras tantas postergados. La necesidad del cambio y el rol que están desempeñando se hace elocuente con la numerosa y creciente presencia de los afrodescendientes en las 8 filas de la disidencia y la oposición pacífica interna. Las crónicas “Plataforma y compromiso por la integración”, de Leonardo Calvo, y “América latina, afrodescendencia y la saludable construcción de alianzas”, de Juan Antonio Madrazo, nos narran la importancia que el movimiento cívico cubano concede a su creciente, y hasta hace muy poco inimaginable e incluso prohibida, labor internacional. Calvo Cárdenas se centra en la Jornada por la Igualdad y la Integración, celebrada en marzo y abril en Miami, y su contribución al debate sobre las tradiciones históricas y culturales y la compleja realidad social de Cuba, así como a la trascendencia política de su participación pública en escenarios que habían estado totalmente vedados. Madrazo nos remite a los nuevos contactos en América Latina y a la posibilidad de que así los activistas e intelectuales cubanos se asomen a nuevas experiencias y escenarios de fuerte movilización política y social afrodescendiente. El contacto con sus plataformas de trabajo, formas de organización y resistencia, como en el caso de San Basilio de Palenque, en Colombia, y su lucha por insertarse en el proceso de participación política, son lecciones y experiencias de las cuales Cuba se ha mantenido forzosamente alejada durante mucho tiempo y que ahora están coadyuvando a redimensionar la agenda cubana, sus oportunidades, retos, debilidades y amenazas. Toda esta labor ha comenzado a reinstalar a Cuba en el panorama internacional y ha contribuido también a fortalecer la necesaria solidaridad internacional. Desde Panamá, Cecilia Moreno Rojas se adentra en “Mujeres afrodescendientes, exclusión y racismo” para exponer las realidades que han caracterizado a la población afrodescendiente en América Latina y la necesidad de fortalecer la organización y visualización del problema racial, no solo para enfrentar los males que aquejan por todas partes, sino también para lograr esa mayor y más activa participación política, económica, social y cultural, tan necesaria para abrir nuevos senderos de lucha e inserción social en condiciones de igualdad.