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Y como siempre sucede en Cuba, los afrodescendientes son las principales víctimas de las atrofias
y desventajas que aquejan a nuestra sociedad. El
mapa socioeconómico de esta Isla en permanente
retroceso refleja claramente una polarización social muy desfavorable a este segmento de la sociedad. Las provincias, los territorios y los enclaves de mayor pobreza y retraso social son los de
población afrodescendiente mayoritaria.
Las transformaciones y parciales aperturas económicas no favorecen a los afrodescendientes,
que definitivamente no cuentan con las condiciones y las bases materiales para insertarse con
reales posibilidades de desarrollo en un ambiente
económico competitivo sin apoyos estatales efectivos.
Una de las tragedias mejor ocultadas ha sido la
proliferación de docenas de villas miserias que
ensombrecen el panorama de casi todas nuestras
ciudades. La incapacidad demostrada por el Estado para cumplir el compromiso de garantizar a
todos los ciudadanos condiciones de vida decorosas provoca que muchas familias, en su inmensa
mayoría afrodescendientes, se reubiquen por su
cuenta en estos enclaves, donde nacen y crecen
generaciones de cubanos en deplorables condiciones de vida, y donde mayores y niños son considerados ilegales en su propio país, amén de ser
privados de muchos derechos legalmente reconocidos.
Es irritante ver cada día, en los espacios informativos nacionales, cómo las autoridades se vanaglorian de la consagración con que especialistas
cubanos atienden las necesidades y urgencias de
muchos necesitados en varios continentes, mientras tantos cubanos afrontan el duro día a día sin
respaldo del Estado ni los necesarios mecanismos
de protección social para aliviar en alguna medida
las muy difíciles condiciones de existencia en un
país con economía totalmente colapsada y dispuesta a enfrentar profundas transformaciones
que pueden complicar de manera considerable el
panorama socioeconómico futuro.
El panorama social se hace más complejo, sobre
todo porque los ciudadanos y la sociedad civil definitivamente no cuentan con independencia ni
con los espacios que precisan para poner los problemas y traumas en el orden del día y discutirlos
a través del debate más abierto y transparente.
A pesar de evidente deterioro económico y social,
los gobernantes viven tan lejos de las crudas realidades sociales y están tan ocupados en mantener
su poder y privilegios y, sobre todo, en contener
el creciente descontento de los ciudadanos, que
carecen de la sensibilidad humana y social para
atenuar los lamentables efectos de la deplorable
herencia que dejarán a la Cuba del futuro.
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