Raza, clase y género
Dignidad: un cantar a la conciencia social
Pedro Tamayo Zayas Antilla, Holguín, Cuba
T
oda la humanidad— y en ella nosotros, los cubanos— está llamada a disfrutar la dignidad del derecho de las personas a ser valoradas debidamente y estar protegidas contra todo tipo de violencia, maltrato físico o mental, y contra todas formas de discriminación. Muchas veces se ignoran los derechos inalienables del ser humano, como la libertad de expresión, la libertad de identidad de género y de orientación sexual, y otros que son parte del código de ética que respeta la dignidad humana. Si nuestro modo de ver la vida está realmente fundado en el respeto a los demás y queremos crecer con un alto sentido de ese respeto, nadie puede reclamarlo sin saber respetar a los demás. Resultan preocupantes los hechos tan denigrantes de acoso, abuso y discriminación ya sea por el color de la piel, la orientación sexual u otra razón. Estos hechos no pueden dejar de denunciarse. Recientemente presencié cómo un grupo de jóvenes estudiantes de la enseñanza media— y algunos militares— hicieron uso de la mala educación derivada del proyecto educativo revolucionario y profirieron palabras obscenas y ofensas de agravio sexual contra una pareja de enfermeros gay que, al igual que ellos, esperaban el ómnibus rutero P-7 en el Parque de la Fraternidad. La pareja iba a prestar servicio en un hospital de El Cerro y no solo fue agredida verbalmente, sino también físicamente por estudiantes, cadetes y reclutas que impidieron abordar el ómnibus. Los agentes del orden público de ronda por el lugar no actuaron en defensa de los ofendidos. Algunos consideran que, además de que falta una campaña pública contra todas formas de discriminación, hace falta llamar la atención de las autoridades sobre el creciente deterioro de la conducta social, la indisciplina y desorden público a la vista de todos. La ciudadanía de a pie considera que no son suficientes las medidas de exigencia y disciplina. El apremio radica en implementar un proceso educativo que vaya más allá de la propaganda mediática del Estado en torno a que somos fieles exponentes y defensores de los derechos humanos, con la dignidad como insumo apreciable y respetable. Por lo general, las personas que actúan con mucha violencia y maltratan u ofenden a otras de la LGBTI tienen como punto de partida la cultura patriarcal y machista heredada, pero otros factores ideológicos operan también desde la mentalidad de la creación del hombre nuevo, sin tener en cuenta que el mundo evoluciona y no cabe la ceguera frente a los cambios que todo un mundo diverso y global aboga para erradicar la homofobia. Muchos de estos jueces inquisidores adolecen del sentir homofóbico y de la proclividad a supuestas verdades fundamentalistas, llenas de ignorancia, que se reflejan en pegar etiquetas, encasillar y discriminar a los diversos miembros de la comunidad LGBTI, al
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