LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS
Lima (1936), Hogar de menores en el Rímac (1938), Colegio San José La Salle en el
Cusco (1939), Casa de Formación en Arequipa (1945), Escuela Normal de
Urubamba (1945) y la Escuela Normal de Abancay (1964). Cabe resaltar la
importancia puesta desde entonces en la formación de los maestros.
En estos años, la gran guerra y la posterior reconfiguración mundial, llevaron a una
profunda renovación de la Iglesia que se expresó en el Concilio Vaticano II (1962-
1965). El 39° Capítulo General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de 1967-
1968 fue la respuesta al momento eclesial que se vivió y el Documento de Medellín
fue la respuesta dada por la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Estos
acontecimientos son el marco en el que se abre una nueva etapa determinada por la
creación de los Distritos independientes de Perú y Bolivia.
Nuestro país en esta tercera etapa se caracteriza por acelerados cambios ideológicos,
sociales, políticos y económicos. En este contexto, un sector importante de la Iglesia
latinoamericana se vuelve hacia los pobres en los que descubre el rostro de Jesús.
Algunas congregaciones dejan sus colegios para insertarse en ambientes populares.
Es un tiempo duro para la congregación por la disminución de sus miembros
originada por las dificultades para adaptarse a las nuevas realidades, las tensiones
entre maneras de ver el mundo y la vida religiosa, y el despertar del compromiso de
los laicos en toda la Iglesia. En estos tiempos, la Providencia de Dios lleva a la
congregación a dar respuestas de fe haciendo nuevas fundaciones como: el Colegio
Nacional San Juan Bautista de La Salle en Arequipa (1977), la Casa de la Juventud
en Arequipa (1984), el Colegio Fe y Alegría Nº 43 La Salle en Ventanilla - Callao
(1991), la Misión de Requena (1998) y el Instituto Superior Pedagógico Loreto en
Iquitos (2001).
Desde la década del ochenta la Congregación de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas se abre al ideal de comunión planteado por el Concilio e inicia un trabajo
más coordinado y comprometido con los seglares con quienes comparte la tarea
educativa. En este proceso, el Espíritu de Fe y Celo, que Juan Bautista legó a sus
Hermanos, se comparte con aquellos que libremente quieren participar desde el
corazón de la congregación con su estilo de enseñanza y de vida. Así, se inicia el gran
movimiento de la Familia Lasallista con todos aquellos que comparten la
espiritualidad, el carisma y la misión educativa lasallista.
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