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Entonces el predicador termino. Berta susurro a catalina esta vez, pero
catalina sacudió la cabeza y miro al niñito. (Me pregunto porque hay
padres que piden a sus hijas mayores que cuiden a sus hermanitos
pequeños en reuniones como estas) “Yo no puedo ir con el”, le dijo.
¡Querida Berta! Ella quería ir a Jesús con sus amigas. Hubiera sido mas
fácil así, y mucho mas agradable, pero si ellas no querían ir, ella debía
ir sola.
Berta había ganado la victoria en la batalla de los Bancos de Atrás. Ella
fue la primera de las tres niñas en hacerlo. ¡Pero no juzguen a las otras!
La batalla seguía en sus corazones. Y Berta había establecido un
ejemplo que ellas debían seguir.
Algunas personas deciden rápidamente que seguirán a Jesús; otras
requieren más tiempo. Quizás la batalla es más fuerte. Alegrémonos por
las victorias rápidas, pero nuca dejemos de orar por los que son mas
lentos.
La noche iba en aumento. “Una apelación final”, dijo el predicador.
“Nos pondremos de pie para cantar la ultima estrofa y si alguno de
ustedes creen que les falta algo, vengan al frente”.
Tan pronto la congregación se puso de pie, Anita y Catalina se
miraron, sonrieron y fueron juntas al frente llevando al hermanillo
chiquito.
Estoy muy contento de haber podido contarles a ustedes esta
experiencia. Estoy segura que los ángeles regresaron al cielo y se lo
contaron todo a Jesús, y que el se sintió feliz tambien. Porque siempre
hay gozo en los cielos cuando los menores ganan la victoria en la batalla
contra el pecado, ya sea peleada en los bancos de una carpa o en
cualquier otro lugar.
Supongamos que Berta no hubiera ido primero.
No fue fácil para ella servir a Dios sola esa noche.
Nunca lo es. Pero cuando tú decides ser siervo de Dios, por la gracia de
Dios, serás uno de ellos.
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