Cuenta la tradición que un pastor de las cercanías, enfermo de los ojos y de la piel, sintió un día deseos de bañarse en aquellas aguas tibias. Satisfizo su deseo, por varios días y con sorpresa se halló limpio y curado. Al ruido de esta curación, acudieron otros enfermos de los pueblos vecinos y de los pueblos lejanos, y unos encontraban la salud perdida y otros un alivio notable en sus dolores. La fama pregonó de tal manera que a finales del siglo XIX, cuando el desarrollo del capitalismo industrial popularizó en Europa los balnearios de aguas medicinales entre las clases acomodadas, comenzaran a llegar a la isla, los primeros turistas para probar las propiedades curativas de estas aguas rodeadas de una naturaleza extraordinaria.
El Balneario de Azuaje se construyó en 1868, y su acceso se hacía, desde Firgas, a través de una serpenteante y estrecha vereda hasta que se acondicionó el camino de la Capellanía( 1866), más apto para el tránsito de bestias cargadas, y luego, también se trazó otra senda desde Moya.
El nuevo balneario generó, en Firgas y Moya, un oferta alojativa de fondas ocupadas por bañistas que se desplazaban hasta el fondo del barranco a lomo de animales.
Hacia 1907, se construye desde Buen Lugar, el enlace por carretera hacia Moya con un espectacular viaducto para salvar el barranco de Azuaje. Ello permitió un acceso más fácil hacia el Balneario, cuyas instalaciones se mejoraron para recibir un mayor número de bañistas, en un momento en que las Islas se consolidaban como lugar privilegiado para el turismo europeo de salud; mientras que los nativos del lugar solían acudir al mismo, sobre todo en el período de la luna de miel.
El Balneario de Azuaje se cerró hacia 1938 por razones sanitarias y las circunstancias negativas de las contiendas bélicas.
La situación económica posterior imposibilitó su reapertura oficial, aunque sus instalaciones y baños continuaron siendo utilizadas por la gente del lugar, donde se hacían bailes hasta principios de los años cincuenta; pero la enorme riada causada por el temporal de octubre de 1955, destrozó los baños y todo el entorno entró en un progresivo deterioro.
( Fotografía: FEDAC, autor: Fernando Pérez Melián, año de realización: 1930.)
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