FORASTEROS
“Me alegro por todo
el dolor y por toda la
desesperación y por tus
sueños y tus ilusiones
muertas, y por los
infinitos millones de
pasos que te trajeron
hasta mí.”
Gonzalo Arango
En la Guyana Francesa, dice cono-
cer el infierno por ese aire opresivo y
racista que se respiraba, por eso hace
todo lo posible por conseguir dinero
para irse de allí, cuida niños, trabaja
como mesera en bares y restauran-
tes y empieza a enseñar inglés, pero
como la veían con muchos hombres
(por enseñar en lugares públicos) la
corrieron del país y le regalaron un
pasaje para que se fuera a Brasil, es-
tando ahí inicia una nueva travesía,
siempre buscando ese alguien que la
amara. En un año realizó la vuelta
completa a Sudamérica.
El último territorio en el mapa de
su recorrido Sudamericano era Co-
lombia y, desesperanzada en no ha-
ber encontrado lo que buscaba en esa
parte del mundo, se proyectó a irse
en la ola de la contracultura hippie,
para el festival de Woodstock en Es-
tados Unidos, pero un desafortunada
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(o afortunada) ya casi saliendo de
nuestro país, en Providencias, adquie-
re Hepatitis, enfermedad que la lleva
a ser hospitalizada por dos meses, allí
conoce una pareja de hippies con los
que rápidamente empatiza y como ya
se había perdido del festival gringo, se
va con estos dos nuevo compañeros:
el poeta Samuel Ceballos y al pinto-
ra Fanny Salazar, para San Andrés al
festival del Coco. Allí conoce a varias
figuras importantes como Pablus Ga-
llinazo o Ana y Jaime, pero fue hasta
el segundo día del festival en la isla
que al fin apareció lo que buscaba, allí
encontró a su Gonzalito, el paisa fun-
dador del nadaísmo, Gonzalo Arango.
Angie-Mary Hickie ya no se conoce-
ría más por este nombre tan anglosajón,
ahora todos la reconocerían por la forma
en que Gonzalo la llamaba de cariño,
“Angelita”. Se amaron ciegamente y se
entregaron espacios de sus vidas hasta
fusionarse como pareja y naturalmente
llegar a conformar una vida compromi-
soria. Según Angelita, los años junto a
ese brillante y fogoso paisa, fueron los
mejores 7 años de su vida.
Arango disfrutó años de gloria, va-
nidad y fama en brazos del nadaísmo,
pero un buen día, todo eso lo hartó y
lo llevó finalmente a dejar a un lado
tanta vanagloria para dedicarse a es-
cribir y ayudar a la sociedad con
palabras cargadas más de es-
peranza que de pesimismo. Se
aisló de su vida de notoriedad y
optó por sumergirse en una vida
de enriquecimiento espiritual, guiado
por la religión, para hacer de sus letras
una demanda por la mejora de su país.
Sin embargo, por esta tajante ruptura,
Angelita se ganaría el odio y desdén
histórico de los que siguieron con el
nadaísmo como fueron puntualmente
Jotamario Arbeláez y Elmo Valencia,
quienes la sentenciaron como si se
tratara de la Yoko Ono del Nadaísmo.
Pese a las circunstancias, Angelita
y Gonzalo innegablemente se amaban,
vivían tranquilos entre las letras de
Gonzalo; y las melodías y pinturas de
Angelita, hasta que el día fatídico llegó,
el 25 de Septiembre de 1976, Gonza-
lo iba por carretera rumbo a Villa de
Leyva con su amada Angelita, cuando
sobre Gachancipá, un bus, vestido de
Buscando el Alma Humana
Angelita no solo vende manjares,
sino libros de su autoría.
muerte, vino desenfrenado directa-
mente hacia el taxi donde se trasla-
daban, con un deseo por llevarlo mu-
cho más lejos de lo que sus allegados
pensaban. Él razonaba su muerte y le
temía, pero jamás pensó que de una
manera tan inesperada llegaría a las
puertas de su vida. Arango murió
bajo las toneladas que dejó este ca-
tastrófico accidente y allí debajo que-
dó también la felicidad inmediata de
su amada compañera, que sobrevivió
para mantener vívido el legado del
creador del nadaísmo y para ser una
orgullosa abanderada de las máximas
de su único y gran amor.
Angelita vivió el duelo de la muer-
te de su Gonzalito en Guasca, un
municipio del departamento de Cun-
dinamarca, necesitó mal contados
cuarenta años para vivir aquel luto que
le ha dejado la defunción del escritor
nadaísta. Viviendo allí, en el campo,
siendo fiel a sus raíces granjeras, ca-
minaba con uno de sus buenos amigos
por las desafiantes montañas de Guas-
ca y los verdes senderos aledaños a la
zona, llegando por medio de uno de
estos paseos a enamorarse de uno de
sus concurrentes destinos: Guatavita.
Ang elita decide mudarse allí, tie-
rras transcurridas comúnmente por
turistas, aspecto que le ha permitido,
por primera vez en su vida, que la
economía de su casa se mueva con
solo abrir su ventana, para vender
productos gastronómicos auténticos
colombianos como lo son las obleas,
la chicha, el tinto, el masato. Guata-
vista, se llama el lugar en donde An-
gelita ofrece no sólo delicias colom-
bianas, sino también aprovecha para
comercializar su música y el magna-
te libro de las máximas de Gonzalo
Arango. Se ha enamorado de la tran-
quilidad y sanidad que le ofrece este
reservado pueblito, que no ha hecho
sino acogerla con sus más bellos y
exquisitos paisajes.
Angie-Mary Hickie, la Angelita
del profeta, vive seducida por los
aires que caracterizan estas tierras
colombianas, los agraciados paisa-
jes que posee, la alegría y hospitali-
dad que caracterizan a su gente. Le
resulta fascinante la visión colombia-
na que se centra en vivir el hoy y no
preocuparse tanto por el futuro. Esas
ganas que los humanos de esta parte
del mundo le ponemos a todo lo que
33 | Húpia
hacemos, la concurrente vivencia del
rebusque, la sonrisa que se dibuja
en los rostros de los colombianos a
pesar del conflicto armado en el que
nos sumergimos durante tanto tiem-
po (del que considera se debe seguir
tratando a través del proceso de paz,
aunque sea un proceso difícil, lento y
truncado) y, por supuesto, Gonzalito
Arango con el deber de perpetuar las
palabras del profeta, son cosas que
han hecho que esta británica viajera
se haya decidido por Colombia para
instaurar su segundo hogar y escena-
rio de sus aventuras.
Si van a Guatavita y encuentra una
británica, ya adulta; mona y de ojos
claros; que escucha música de Elvis
y de The Beatles; que vende chicha
y helados; que habla del nadaísmo y
de un tal Gonzalo Arango, allí es...
ese es el chusito más bacano para
contemplar la inmensa belleza de esa
ciudad blanca con vista al embalse
del Tominé mientras disfruta de un
canelazo y le cuentan que tiene que
decirle a usted Gonzalito a través la
sabiduría del libro de las máximas.
Por: Valeria Arias & Carlos Mayorga
Buscando el Alma Humana