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PA`L PALADAR EL ARTE VA PRIMERO El SAZÓN SE COMBINA CON AMOR En la Calle 23 # 6-47 centro de Bogotá, Colombia. Se encuentra el primer restaurante de la zona política, religiosa y social fundado en los años sesenta. Un encuentro de explosiones gastronómicas típicas de la región Antioqueña que han prevalecido a lo largo de la historia. Doña Beatriz Ángel de Gómez, sale de la cocina con su delantal celeste, un gorro para el cabello, y unas delicadas gafas que cuelgan del cuello, con un ligero cansancio pero con una bella sonrisa nos recibe con un jugo de mora para acompañar la charla. Nos sentamos al costado izquierdo, preparamos la cámara, y el micró- fono mientras ella nos comienza a narrar la fascinante historia de amado restaurante. Se peina, se organiza un poco y antes de que podamos prender la grabadora, su tierna mirada retrata el cuadro de un lugar mágico con sabores tan criollos como el fríjol con huevo y arroz, rápidamente nos llenamos de emoción y empezamos… 24 | Húpia En 1962, una joven pareja de Antioqueños armados de amor y sueños dejan su adorada Marinillo para aven- turarse, explorar y probar suerte en la capital del país. “No veníamos a poner restaurante, estábamos muy jóvenes”. En aquellos tiempos las carreras más recurrentes eran: Se- cretariado, Taquigrafía y contabilidad; ciencias en las que Beatriz era una gran conocedora, pero en vista de la nece- sidad, aún sin haber sido instruida en el arte de la cocina, ésta se convirtió en su profesión. “Mi esposo, Arturo Gómez Hoyos fue quién inició el restaurante”. Y así fue como empezaron. Los buñuelos y las empanadas eran la única especialidad, una especie Buscando el Alma Humana de “almuerzo” para estudiantes, eje- cutivos e incluso reconocidos polí- ticos como el expresidente Belisario Betancur, quienes buscaban saciar su hambre, en el lugar donde hoy se encuentra ubicada la Torre Colpatria. “Aprendí a hacer buñuelos, eso fue un desastre, se explotaban y las em- panadas se abrían. Pero poco a poco, aprendí y como no había restaurantes en la zona, fue creciendo la clientela y las colas eran interminables.” Hasta que un afortunado día el Ge- rente de supermercados Ley: Manuel Cadavid, quien era cliente frecuente le dice: “Ay doña, estamos aburridos de almorzar con empanadas. Ustedes de- berían poner un restaurante aquí, de comida antioqueña, nosotros le man- damos todos los empleados del Ley”. Y así como aumentó la variedad gastronómica, también lo hizo el nú- mero de comensales, ya todos tenían de referencia aquella casa con balco- nes donde vendían un buen almuer- zo, pero el propietario de la casa les pidió que se retiraran pues iban a rea- lizar una construcción. “El dueño de este edificio, dónde estamos ahora, también era antioque- ño. Con Arturo hablaron y le dijo: ´Le vendo el edificio y me lo paga como quiera´. Así es la gente antioqueña”. Fue así como oficialmente se creó el ‘Portal de Marinillo’. “Fue una época de oro muy linda con la venta del almuerzo antioqueño en el primer piso, después el segun- do y por último tuvimos que abrir el tercero”. Con este rotundo éxito de la exquisitez antioqueña y su plato representativo, tuvieron la idea de in- novar al momento de servir: “Lo ser- víamos en un plato, pero así quedaba muy mal presentadito, pasaron 5 o 7 años y mi esposo viajó a Medellín, donde se encontró con que la indus- tria Estra de plásticos, había sacado unas bandejas. Y dijo: ‘Es aquí dónde voy a sacar ahora el almuerzo’. Él fue el que creó la bandeja paisa, la bandeja como tal”. Hoy en día el Portal del Marinillo es una cápsula del tiempo que nos transporta a un típico pueblito paisa, adornado con los objetos más repre- sentativos de un hogar: Lámparas de gas, ollas, teléfonos de disco pegados a la pared, y una enorme caja registra- dora si pantalla ‘Touch’ sino de gran- des dígitos, y un tintineo al abrirse cada que un cliente va a pagar la cuenta. Al ingresar a este lugar, es imposi- ble ignorar el estilo Taurino en su deco- ración , en especial por un intimidante toro de pelo negro decorado con ban- derillas que pareciese que aún tuviera vida y en cualquier instante saliera tras alguien vestido de rojo, a todos les pro- voca gran curiosidad verlo y tocarlo. “Mi esposo si fue muy taurino. Le ayu- dó mucho a los toreros de esa época, que eran novilleros. Aunque la decora- ción la ha venido haciendo mi hijo Luis Antonio. Porque a Arturo le gustaban eran las cosas antiguas”. La bandeja paisa tiende a asociar- se con un alimento bastante pesado a la hora de comer y más que todo con el ingrediente principal: Los Frijoles. Pero Doña Beatriz afirma todo lo con- trario: “La comida paisa no es una comida agresiva. Tú comes aquí y tú no ves manteca, la comida es sana. El frijol es natural, un huevito es un aceite y una ensalada fresca”. No solo venden este icónico plato Antioqueño sino además pollo suda- do, mojarra, sobrebarriga, lengua en salsa, pollo a la plancha, carne asada, ensaladas, mondongo, sancocho, etc. Un recuerdo trae a su memoria cuan- do un cliente le dice: “¿Pero ustedes porque no cambian el estilo de comi- da?” a lo que ella nos argumenta: “Si yo voy a Kokoriko, voy es a comer pollo. Si voy a un sitio de pescado voy men- talizada que es a comer pescado. Esto se llama es el PORTAL DE MARINI- LLO y es de comida antioqueña”. Cuando le preguntamos sobre los comensales extranjeros que visitan su restaurante, llamó a una de las mese- ras que trabajan allí porque ella “no sabe de mesas”. Wendy muy amable- mente nos contó: “Nos preguntan cuál es la especialidad de la casa y siempre piden la más grande, La bandeja espe- cial. La que tiene todas las carnes, es como una picada”. Por último, quisimos cerrar con preguntarle: ¿Cuál es la clave del éxi- to para mantener un restaurante desde 1962 hasta hoy? Y con una notoria pa- sión por lo que lleva haciendo toda su vida, nos responde: “¡La sazón! El sa- bor, y el modo de prepararlo con amor es el secreto de la cocina, en un buen restaurante no es hacerlo porque sí”. Doña Beatriz Ángel de Gómez, una mujer trabajadora de 89 años, enamo- rada del lugar que vio crecer, ejemplo de perseverancia, dedicación y entre- ga. Gracias por recordarnos el amor y sabiduría que brindan los años. Por: Andrea Santamaría y Angélica García “Arturo Gomez Hoyos, ¡Ah, eso era lo más lindo!” refiriéndose a su esposo. - Beatriz Ángel de Gomez 25 | Húpia Buscando el Alma Humana