MARÍA
Un adagio popular señala que la vida �ene
razones que la razón no conoce y parece que
esto fuera el designio de muchas mujeres,
quienes a pesar de sus decisiones resultaron
inmersas en unas sucesiones de eventos
carentes de explicación o cuyas explicaciones
en el fondo las supera. Esta es la historia de
María una joven de 23 años del municipio de
Turará en el Atlán�co, hija de una familia que
podría llamarse estable, de padres
trabajadores, donde la madre ha provisto
recursos a la economía domés�ca a través
de la modistería, labor que desempeña con
gran profesionalismo; a juzgar por el orgullo
con el que ella señala la ropa que lleva
puesta confeccionada por ella.
Manifiesta también un inmenso amor por su
papá, un hombre en extremo cuidador, quien
hasta se ha desempeñado como Concejal de
su pueblo y que no le �ene miedo al “rebusque”,
hoy es mototaxista, con el fin de proporcionar
a sus hijas una vida digna, y digo a sus hijas
porque María es la mayor de dos mujeres más,
una que trabaja en una biblioteca y la “niña”
que aún no ha terminado su bachillerato.
La familia de María también es una familia
extensa, porque además conviven bajo el
mismo techo su abuelita que ya no puede
caminar, la �a que la cuida y dos �os más.
La casa es constantemente visitada por otros
hermanos de su padre, que vigilan
permanentemente el des�no de aquella casa
grande, la cual esperan como herencia, dice:
“Hay cinco que son muy peleoneros… se
dedicaron a hacerle la vida imposible a mi
abuela, porque querían vender la casa, eso le
dolió y ella dejó de cocinar, de lavar, hasta
dejó de bañarse … porque ella era una señora
muy ac�va, ella podía tener su bastón, pero
ella… hacía ac�vidades de una abuelita
normal…y entonces como dice mi mamá en
cualquier momento mi abuela puede es�rar
la pa�ca, y nos pueden echar”.