Historia sobre la música clásica. Historia insolita de la musica clasica I - Alberto | Page 8
Historia insolita de la musica clasica I
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Alberto Zurron
conocidas del tipo Beethoven era sordo, Mozart un niño genial o Schumann
un esquizofrénico, para centrarme en aquellos hechos y correspondencias
músico-personales menos conocidas y, por ello, más impactantes, acudiendo
siempre a fuentes de información fiables y contrastadas, evitando en todo
momento el acopio de datos en labores de espeleología por internet, siempre
insanas y hostiles a un trabajo que ha pretendido presentarse como una
depuración biográfica de actitudes ante la vida, ante la muerte y ante el
hecho creador, que para muchos músicos era una síntesis de las otras dos
magnitudes. Aun así no me he librado de topar con sorprendentes patinazos,
del todo imperdonables en severos musicólogos entregados y obligados a la
exactitud del dato, como le ha ocurrido a uno en una biografía de Villa-
Lobos, cuando queriendo ensalzar la proliferación en cuartetos de cuerda de
su compositor, diecisiete, lo contrapone a otros creadores con reducida
producción en ese campo, adjudicando uno a Shostakovich, cuando sabido es
que tiene catorce; o en el atolladero en que se mete otro cuando,
refiriéndose en su biografía de Prokófiev al Concierto de piano nº 2, estima
que «por la monumentalidad de su técnica de piano se le puede comparar
con el Concierto nº 5 de Rachmaninov», quinto éste por el que muchos
hubiéramos suspirado, siendo de común dominio que este compositor se
plantó en el cuarto. Imperdonable también haberme topado con la encendida
alusión a Shura Cherkasski de quien hablaba de él como una «pianista
norteamericana nacida en Rusia», tildándola de «niña prodigio», algo
bastante lejos de la realidad, dada la robusta complexión de aquel varón
bajito y arrugado que tuve ocasión de comprobar hace veinte años en su
recital de conmemoración de sus ochenta años, y al día siguiente al
acompañarle en taxi hasta el aeropuerto de Asturias, en cuyo recorrido, por
cierto, se quedó pálido al revelarle lo que él quizá suponía un secreto
guardado durante largos años: que lo que había destruido a su profesor
Joseph Hoffmann era su irredenta afición a la bebida. «¿Cómo puede saber
usted algo así? ¿Cómo?», me espetó a gritos una y otra vez. Yo, asombrado,
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Preparado por Patricio Barros