por una producción menos compleja y completamente despegada de la realidad que se ajustaba armoniosamente al paraíso de
felicidad consumista retratado en los anuncios de los patrocinadores.
Para Thompson la competencia del vídeo y los canales de cable fueron factores fundamentales que obligaron en los ochenta a
las tres grandes cadenas (las llamadas networks) a reaccionar apostando por una programación más ambiciosa que intentara
retener a un espectador culto y de buena posición económica (por tanto, deseado por los anunciantes) que, con la posibilidad
de elegir, buscaba algo diferente en televisión. En este sentido Canción triste de Hill Street se convirtió en un catalizador para
el cambio gracias a su realista representación del trabajo policial y su compleja estructura argumental en la que se combinaban las tramas autónomas (llamadas episódicas) con las tramas continuas (llamadas seriales). A pesar de unos inicios complicados, el programa arrasó en los premios Emmy de 1981 (veintiuna nominaciones y ocho premios) y se hizo con una notable
audiencia, llevando a su momento de mayor popularidad a la productora MTM, que tanto en el terreno de la comedia con La
chica de la tele como en el drama con Lou Grant siempre había apostado por la calidad como la mejor arma para conquistar a
la audiencia.
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