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que era una broma que hacía
cuando procaz le ofendía
en las columnas de un diario.
Los fondos municipales
son sus bellos ideales,
y sus amigos mas fieles,
la Ley y Administración
pues siempre va echo un cajón
de notitas y papeles.
Tal es el croquis ligero
del ente a que me refiero
y que debes conocer;
salúdale de mi parte
y dile ya que se harte
de criticar y morder.
Decir mucho mas pudiera
de la rata bachillera,
que enseña sus blancos dientes
y es autor de unos trabajos
algo sucios y algo bajos
y estos son sus expedientes.
DIARIO DE TORTOSA - 10 de Septiembre de 1885
Con letras muy negras, para que no pueda pasar desapercibida la noticia,
comenta:
Llamamos la atención a toda la prensa de España, sobre los atropellos
incalificables que denunciamos en este mismo número, cometidos contra la
prensa de esta ciudad, cuyos derechos se pretenden hollar por algunos
concejales de este Ayuntamiento.
Especialmente, en Síndico primero, D. Bernardo Sacanella, creyéndose
no sabemos por que ofendido, ofició públicamente anteayer de apaleador,
demostrando todo su derecho y razón, por medio de los escándalos
mayúsculos que produjo.
Pedimos la intervención de la prensa para que se entere el país de lo que
aquí pasa en tiempos conservadores. Ya no basta amordazar a la prensa por
medio de denuncias. Se la acomete en Tortosa como a un perro rabioso.
Entérense nuestros lectores; léalo la prensa y juzguen todos los
incalificables actos de anteayer en Tortosa
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¡UNA SALVAJADA!
Vamos a dar cuenta, lo más fríamente posible, del salvaje y brutal
atropello de que fue víctima anteayer, sobre las once de la mañana a la Plaza
Nueva, uno de nuestros compañeros de Redacción.
Con motivo de un humorístico artículo que con el título de La historia de…
muchos = LA RATA BACHILLERA publicamos en la sección de «Variedades»
en el número de aquel día, un tal Bernardo Sacanella Vidal, Síndico por mas
señas de nuestro Ayuntamiento y Secretario del Banco de Tortosa, dándose sin
duda por aludido — cuyos motivos él se los sabrá, pues nosotros nunca nos
metemos en el sagrado de las intenciones— tuvo la mala idea, impropia de
personas tan avispadas como dicho señor, de acercarse a nosotros con ánimo
de descubrir al autor del referido artículo.
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