Historia de Motril | Page 214

ra desbocada por alcanzar las alturas más significativas dentro del municipio( con los beneficios extraordinarios que suponen). El testimonio de ese despropósito urbanístico lo soportamos todavía hoy, con los desfases en alturas de los grandes bloques del centro de la ciudad, encorsetados entre la escasa altura de viviendas más o menos tradicionales o de bloques con alturas marcadamente inferiores.
De hecho, la década de los setenta supondrá la preocupación por trasladar a la planificación urbanística algunos de los proyectos y criterios que se vienen desarrollando. Enfrentamientos, presiones de los constructores, intereses diversos darán al traste, de una forma u otra, con los diversos planeamientos. Ya será prácticamente con la llegada de la democracia cuando se buscarán nuevos caminos y orientaciones, aunque con una duda permanente entre la necesidad de potenciar el desarrollo turístico, apostar por la implantación de otras industrias o perpetuarse como una sociedad agraria, siguiendo los postulados de las últimas tendencias de agricultura bajo plástico.
Y como en tantos otros lugares de España, aquí también se producen ciertos atisbos de querer potenciar políticas que dirijan el desarrollo económico de la ciudad y su entorno hacia el sector servicios. Hay ligeros intentos por implicarse en una apuesta por el turismo y el espectáculo. De hecho, la verdad es que se observan, ya desde los años sesenta, algunos planteamientos que, sin ser originales ni diferenciarse de los de otros lugares, suponen una apertura de miras de aquella cerrada y rural sociedad de mediados del siglo
XX. Por eso se desarrollan espacios de reconocido prestigio para la época, como el hotel Costa Nevada, la construcción de viviendas en la franja costera, tanto en la playa de Poniente como en Torrenueva, o el uso continuado de la plaza de toros como lugar de espectáculos y reuniones.
Pero estas aventuras, más o menos planificadas y con escaso éxito, no tienen una asimilación y seguimiento por parte de la población y los empresarios de la época. Y es que la presencia del puerto fomentaba la existencia de ciertas miradas críticas y dubitativas por la imagen de suciedad y contaminación que iba asociada a la presencia de barcos de todo tamaño y calado. Seguro que a nadie se nos olvida la presencia continuada de mareas negras que, en mayor o menor medida, suponían un tortuoso perjuicio para los bañistas y visitantes de nuestra costa, en forma de pegotes de alquitrán o manchas de aceite. La realidad es que esta sociedad va avanzando, con sus paradas y estancamientos, hacia una prosperidad que difícilmente podía ser soñada por los habitantes de principios del siglo XX. El desarrollo demográfico, ya remarcado en páginas anteriores, establece también nuevas necesidades, sobre todo para esos nuevos ciudadanos cuyo horizonte vital ha dejado de ser el campo. En las familias motrileñas se aspira a algo más que a depender de los rigores del tiempo, del trabajo estacional o de la decisión de un propietario agrícola a la hora de contratarte o pagarte. Algo que, por una vez, parece ser tenido en cuenta por parte de las autoridades locales, fomentándose la construcción de todo un rosario de centros educativos de los distintos niveles educativos que diesen cobertura al impresionante número de niñas y niños que no podían acudir a los centros existentes por falta de espacio.
La educación y la cultura se comienzan a ver como un referente a tener en cuenta, y no olvidar, a la hora de elaborar la planificación de las inversiones públicas 68. Los colegios e institutos irán construyéndose de forma exponencial a partir de mediados de los años sesenta. Ya en nada se parecerán a aquellas casas-escuela, instaladas en edificios ruinosos y con una deficitaria atención. Además, el fomento de actividades culturales, como la realización de exposiciones, la presencia de un centro cultural, el desarrollo de una biblioteca municipal y toda una serie de actividades relacionadas con la cultura, comienzan a establecer las bases de una nueva forma de entender la vida en el Motril de los años setenta.
Está claro que la apertura de las clases dirigentes a los vientos de pluralismo y democracia, de formación e información, que proceden de más allá de las fronteras, es un hecho innegable, aunque se tope con los últimos estertores del régimen franquista. La ciudad se abre así a nuevas propuestas, bastante alejadas de la feria de ganado, los bailes y corridas de toros de las fiestas de octubre: Semana Verde, Semana de Cine Médico, cine, ciclos de teatro, exposiciones, conferencias, etcétera. Será un largo proceso de culturización en el que, aunque parezca que no, la sociedad motrileña puede acercarse a informaciones
214
INTERIOR HISTORIA DE MOTRIL. pmd 214 05 / 01 / 2011, 10:25