Nuevas instalaciones de venta de pescado( alrededor de 1925).
Detrás se observa parte del antiguo hospital de Santa Ana
( Archivo del autor). bilitado. Y luego, al caer la tarde, el « pucherazo ». Pucherazo a la izquierda o a la derecha. Todo depende de quien mande.
Poco se ha modificado la estampa con la implantación del nuevo régimen. Los nuevos modos no han podido desterrar el viejo estilo. Aquel viejo estilo que circulaba órdenes para que se cumplieran a rajatabla, saltándose la Constitución y la Ley Electoral. Como le sucedió al malogrado Manuel Padial, hombre de sobrada inteligencia, de buen ingenio, que tenía pronta la salida y rápida la ocurrencia. Por aquellos días de elecciones, Padial no andaba en muy cordiales relaciones con el señor « Frasquito » Pérez, alcalde popular y simpático si los hay. Cuando Manuel Padial se dirigía, en unión de otros amigos, al colegio instalado en la Posada del Sordo, en la calle Nueva, le salió al paso un guardia municipal, advirtiéndole:—¡ Usted no puede pasar!—¿ Por qué?— preguntó Manolo Padial, que era hombre de flema.— Tengo orden de que no pise usted el tranco, replicó el guardia.
Y rápido y certero, replicó Padial:—¡ Ah, por eso no! ¡ Me lo salto en limpio!
Las acciones que se llevaban a cabo dependían en buena medida del posible impacto que sobre los intereses de estos grandes propietarios y sus acólitos tuviesen. Esto daba lugar a una verdadera situación de quebranto generalizado de los intereses comunitarios una vez más, a la par de la falta de continuidad en las políticas municipales. Todavía se tenía muy presente aquello de « desvestir a un santo para vestir a otro », o lo que es lo mismo: según el partido o bando al que perteneciese el alcalde, se tenía trabajo en el Ayuntamiento y otros puestos públicos, o no. Así que era fácil ver cómo, tras unas elecciones( de dudosa limpieza), los empleados municipales eran despojados de sus ropas por los seguidores del ganador, que aspiraban a esos puestos. El famoso esnúen que ya hemos comentado en el siglo XIX.( Nos podemos imaginar al resto de trabajadores, en manos de grandes propietarios y apoderados de los mismos).
Por otra parte, los desmanes internos y la poca claridad en la contabilidad municipal, en un Ayuntamiento en permanente endeudamiento y al filo de la bancarrota, eran manifiestos. Quizás una de las acciones más escandalosas y de la que todavía queda un sonado recuerdo se planteó entre los años 1927 y 1930, cuando el entonces alcalde, Carlos Castillo, compatibilizaba su sueldo y cargo municipal con el correspondiente como médico titular( cobrando por ambos conceptos, lo cual estaba taxativamente prohibido por la ley). Aunque quizás lo más llamativo puede ser la justificación de los gastos de sus viajes 47, contabilizados en miles de pesetas de entonces, cuando un jornal de un obrero del campo oscilaba entre una y dos pesetas( véase el cuadro).
194
INTERIOR HISTORIA DE MOTRIL. pmd 194 05 / 01 / 2011, 10:24