HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 52

para asimilar el material y trabajar movida por la inspiración, y también me hace menos dependiente. Sin embargo, ayer, cuando dijo «parece muy equilibrada y no creo que me necesite», de repente sentí una gran inquietud ante la posibilidad de volver a quedarme sola. Mi trabajo me estabiliza, me valgo de mis sufrimientos, pero me gustaría confiar a un ser humano lo que le confío al diario. Siempre hay algo imposible en mis relaciones. Con Eduardo no puedo hablar de Henry. Sólo puedo hablar de mi enfermedad. Con Henry no puedo hablar de análisis. No es analista, es escritor épico, un Dostoievski inconsciente. Con Fred puedo ser surrealista, aunque no la mujer que escribió un estudio sobre Lawrence. –Ha actuado de una manera maravillosa con Eduardo en todo esto –dijo Allendy–, como actuarían pocas mujeres, porque, en general, las mujeres consideran al hombre como a un enemigo, y se alegran cuando tienen oportunidad de humillarlo o destruirlo. Joaquín dice que, cuando leyó mi diario, se dio cuenta de que Henry me daba algo más que una experiencia sensual; que respondía a necesidades que Hugo no era capaz de satisfacer. Todavía piensa que con Henry echo a perder mi personalidad, que me entrego a experiencias que no son verdaderamente propias de mi naturaleza. También Allendy ha empezado a dar a entender que no es normal que ame a Henry, y que la causa de que lo ame ha de ser extirpada. En ese punto me vuelvo ferozmente contra la ciencia y siento una gran lealtad hacia mis instintos. El psicoanálisis puede obligarme a ser más veraz. He adquirido ya conciencia de algunos sentimientos, como el miedo a ser herida. Cuando me llama Henry, estoy pendiente de cada inflexión de su voz. Si está trabajando en el periódico, si hay alguien con él, o si parece superficial, me inquieto inmediatamente. Hoy Henry se ha dicho al despertar: –¡Al infierno las mujeres angelicales o literarias! Me ha dicho que desde el domingo me ha escrito dos cartas que me esperan en casa de Natasha y estoy entusiasmada. Desprecio mi propia exagerada sensibilidad, que requiere tanta reiteración para conservar la seguridad, pero que asimismo me hace muy consciente de la sensibilidad de otras personas. El gran amor de Hugo debería haberme proporcionado confianza, y mis continuas ansias de ser amada y comprendida son desde luego anormales. Es posible que reafirme mi confianza tratando de conquistar a hombres mayores. ¿O es que cortejo el dolor? ¿Qué es lo que siento cuando veo los fríos ojos azules de Henry mirándome? (Mi padre tenía unos glaciales ojos azules.) Quiero que se derritan de deseo por mí. Hay una gran tensión ahora entre Fred y yo; no soportamos la mirada el uno del otro. Ha escrito unas cosas tan exactas de mí, tan penetr antes que me siento invadida en los más secretos recintos de mi ser. Me aterró asimismo lo que escribió de Henry, como si se hubiera acercado demasiado a mis propios miedos y dudas. Escribe ocultamente. Después de leer esas páginas, apenas podía hablar. Entre tanto, él leía mi diario, y dijo: «No deberías dejarme leer esto, Anaïs.» Le pregunté por qué. Pareció sorprendido. Bajó la cabeza; le temblaba la boca. Para mí es como un fantasma. ¿Por qué estaba tan sorprendido? ¿Revelé la similitud, el reconocimiento? Él es una parte de mí. Podría comprender mi vida entera. Pondría todos los diarios en sus manos. No le tengo miedo. Es muy tierno conmigo. Henry me habla de una manera muy hermosa, fría y sabiamente. Me dice «te quiero» mientras me abraza, y yo le digo: «No te creo.» Se da cuenta de que estoy de un humor diabólico. Insiste: «¿Me amas?» Yo respondo con vaguedades. Cuando estamos sensualmente unidos me parece imposible que nuestra unión sea tan sólo física. Cuando despierto del delirio y hablamos con calma, me sorprende que hable de nuestro amor tan seriamente. –El domingo por la noche, cuando te fuiste, dormí un poco; luego fui a dar un paseo y me sentía muy feliz, Anaïs, más feliz que nunca. Me di cuenta de una terrible realidad: que no quiero que regrese June. Te necesito terriblemente... absolutamente. En ciertos momentos pienso incluso que si regresara June y me decepcionara y dejara de importarme, casi me alegraría. El domingo por la noche, sentí deseos de enviarle 52