Ninguno de los que se atrevieron a salir ha vuelto . Huyeron todos , uno tras otro . Unas veces solos , otras en pequeños grupos . El último ni siquiera se despidió . Por suerte nos quedan una manta y un par de botellas de agua , aunque yo no dejo de pensar en toda la comida que esos desertores se han ido llevando .
El bebé también llora sin parar desde hace días . Me ocupo de él , pero desde que la comida se acabó , yo estoy seca .
Aquí solo queda el ladrido del perro , el chirriante sonido de la verja , el inconsolable llanto del bebé y la seguridad de que tengo que defenderlo . Debo protegerlo , no puedo permitir que ningún perro hambriento termine arrancándomelo de los brazos . El bebé es mío . El bebé es el último alimento que me queda aquí abajo .
Este relato ganó el III Certamen Literario Madrid Sky en 2016 .
46