Empezar a escribir desde las entrañas de la mente siempre es un proceso complicado, es un proceso que nos implica rascar los verbos y sustantivos que regularmente no utilizamos o que empezamos a mezclar por estar constantemente inmersos en un mundo donde el pochismo se ha convertido no solo en algo cotidiano sino que está integrado en nuestras lenguas
Es mi segunda ocasión escribiendo en esta bella revista y más allá de narrarles un partido de futbol, como en la ocasión pasada, me gustaría dejarles en la mente una pequeña duda o cuestionamiento que nació en mí hace una semana.
¿Cuántos hábitos tienen que no integren electricidad?
Esta pregunta va más allá de pensar en si el uso del móvil o de internet ya que ambos necesitan electricidad para funcionar y estos hábitos no incluyen las actividades del hogar, simple y sencillamente pensemos en todas aquellas actividades, personales, que requieren que en algún momento estemos conectados a un enchufe cerca de la pared.
Ahora que al menos tienen en mente un par de sus hábitos cotidianos pensemos
ahora en el costo de mantener dichos aparatos con vida para nuestro uso. Si se considera el costo promedio de la electricidad, el costo anual de mantener el iPad funcionando es de 1,36 dólares al año -el costo actual puede variar dependiendo del proveedor local de electricidad. También se realizó un estudio similar para el iPhone 3G y se descubrió que consume 2,2 kWh de electricidad por año, unos 0,25 centavos de dólar.
Estos datos pueden ser un poco impactantes, quizás solo un poco, pero tendríamos que pensar cual sería el escenario en un futuro en el que al parecer todos o la mayoría cambiaremos el ordenador por un móvil, ya sea tableta o celular, en el que se estima un consumo que EPRI calculó que el impacto energético de todos los iPads vendidos equivaldría a unos 590 gigawatt por hora (GWh). "En un escenario donde el número de iPads se triplique en los próximos dos años, la energía requerida para que funcionen sería equivalente a dos plantas de energía de 250 megawatt (MW) operando al 50% de su capacidad.
Dejando el aspecto económico de lado, pensemos ahora en cuantas horas al año pasamos esperando a que nuestros aparatos tengan carga o cuantos días, al año, desperdiciamos mientras utilizamos aparatos que necesitan, y nos inmovilizan por estar pegados a un enchufe de pared, por placer o necesidad.
Estos números pueden no parecer fuertes ni referirnos un profundo cambio pero es una pequeña reflexión que me pareció interesante tras pasar una noche sin electricidad en casa; en la que no pude utilizar mi móvil y creo que saben lo que eso puede causar en mí. Por lo que los invito a pensar en vacas moradas y reinventar nuestros hábitos para perder un poco de amor a la pared y salir a disfrutar de lo que nos ofrecen los espacios libres de electricidad o al menos encontrar un espacio pequeño de actividades cuando uno no tiene una pared cerca.
EL AMOR A LA PARED