HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 8
—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece
haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros.
Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?
—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer.
¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?
—¿Un qué?
—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me
gusta mucho.
—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall,
como si considerara que aquél no era un momento apropiado para
caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...
—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como
usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-
usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo
llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se
echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos
caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso
si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo
para temer pronunciar el nombre de Voldemort.
—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall,
entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben
que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.
—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía
poderes que yo nunca tuve.
—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la
señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.
La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar.
—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por
ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo
que finalmente lo detuvo?
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más
deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo
el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca
a Dum bledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era
evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer
hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo,
estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.
—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort
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