HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 18
cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un
sueño o un dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas
peligrosas.
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los
Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la
entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué
quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era
más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras
observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a
Dudley, salvo que no era rubio.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo
cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que
comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer,
no empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron
en el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su
bocadillo no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compró otro y Harry
tuvo permiso para terminar el primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era
demasiado bueno para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y
había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda
clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y
los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las
gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la
serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo
aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener
ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el
brillo de su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley.
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.
Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Si él
hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin
ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando
todo el día. Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única
visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: al menos, él
podía recorrer el resto de la casa.
18