HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 104

y bajó a tierra con su escoba. Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que la bola se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer. Se inclinó hacia delante y apuntó el mango de la escoba hacia abajo. Al momento siguiente, estaba ganando velocidad en la caída, persiguiendo a la bola, con el viento silbando en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban. Extendió la mano y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para enderezar su escoba y descender suavemente sobre la hierba, con la Recordadora a salvo. —¡HARRY POTTER! Su corazón latió más rápido que nunca. La profesora McGonagall corría hacia ellos. Se puso de pie, temblando. —Nunca... en todo mis años en Hogwarts... La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia. —¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello... —No fue culpa de él, profesora... —Silencio, Parvati. —Pero Malfoy.. —Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo. En aquel momento, Harry pudo ver el aire triunfal de Malfoy, Crabbe y Goyle, mientras andaba inseguro tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Lo iban a expulsar; lo sabía. Quería decir algo para defenderse, pero no podía controlar su voz. La profesora McGonagall andaba muy rápido, sin siquiera mirarlo. Tenía que correr para alcanzarla. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos semanas. En diez minutos estaría haciendo su maleta. ¿Qué dirían los Dursley cuando lo vieran llegar a la puerta de su casa? Subieron por los peldaños delanteros y después por la escalera de mármol. La profesora McGonagall seguía sin hablar. Abría puertas y andaba por los pasillos, con Harry corriendo tristemente tras ella. Tal vez lo llevaba ante Dumbledore. Pensó en Hagrid, expulsado, pero con permiso para quedarse como guardabosque. Quizá podría ser el ayudante de Hagrid. Se le revolvió el estómago al imaginarse observando a Ron y los otros convirtiéndose en magos, mientras él andaba por ahí, llevando la bolsa de Hagrid. La profesora McGonagall se detuvo ante un aula. Abrió la puerta y asomó la cabeza. —Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Wood un momento? «¿Wood? —pensó Harry aterrado—. ¿Wood sería el encargado de aplicar 104