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grafías. Pocas ciudades asiáticas mantienen in-
tacto el legado de su época colonial (si acaso, la
vecina Melaka). Hay varios motivos que explican
por qué esto sí ha sucedido en Georgetown.
Las tarifas fijas de arrendamiento ralenti-
zaron el desarrollo urbanístico de la ciudad, y
para cuando estas se suprimieron, en el año
2000, los habitantes ya habían descubierto
el potencial turístico que les brindaban estas
viejas casas, así que en lugar de derribarlas se
dedicaron a restaurarlas. Su declaración de Pa-
trimonio de la Humanidad brindó una protec-
ción extra al casco histórico (por no poder, no
se puede ni fumar en sus calles) manteniendo
alejados del centro a las grandes cadenas hote-
Viaje a
leras y potenciando los proyectos de empren-
dedores independientes.
En Malasia hay tres tipos de colonialismo: el
portugués, el holandés y el inglés. El predomi-
nante en Georgetown es este último. Las casas
tradicionales aquí se llaman shophouses, quizá
porque en su mayoría alojan una tienda en su
planta baja y una casa en la superior. Suelen te-
ner estos dos pisos, aunque en ocasiones los
superen. Las fachadas son de madera y están
pintadas de colores vivos y brillantes. Son más
bien estrechas, pero engañan, pues llegan a ser
inmensamente largas: una casa puede medir
60 metros de largo por unos tres de ancho. Esta
rareza deriva de la época en la que fueron cons-