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que es mejor crear por lo tanto espacios independientes. La entrada es
la oficina, la zona que da la bienvenida, acoge al visitante y también un
lugar de exposición, con enormes vitrinas, mesas y originales muebles.
Una estructura retrofuturista hace las veces de pasillo y adentra en
el universo Keller. La puerta está coronada en la parte superior por una
enorme turbina que parece sacada de un avión. Podría ser un detalle cu-
rioso, pero también es funcional, “saca la condensación del aire, ventila
mucho”, explica Celia.
Una segunda zona llena de mesas y muebles invita a relajarse y a ad-
mirar la belleza de cada rincón. Sin embargo, la mirada, inevitablemente,
desemboca hacia el final de la estancia, hacia la tercera zona donde dos
elementos cobran un protagonismo especial y ejercen de imán visual.
El primero es la barra del bar, industrial, metalizada, coronada por el
morro de un tractor. “A veces hay más belleza en un coche de carreras
que en una obra de arte”, explica Celia, y uno no puede más que dar-
le la razón. El otro elemento es el falso ascensor, en realidad un cuarto
de baño. “Tenía que ser muy grande para ser accesible a personas con
discapacidad –explica Celia–, y su posición era muy predominante, los
ojos se iban hacia él”, lo que podría haber sido una ventaja con la inter-
vención adecuada.
El baño se disfrazó de ascensor. Su suelo se llenó de plantas. Se tras-
ladó el lavabo fuera, en medio de la pista, rompiendo la ubicación tra-
dicional y creando espacios novedosos. “La gente se arremolina con las
cervezas alrededor –explica Celia–, se rompe la dinámica”. La creadora
explica que este detalle es un sello de la casa. “No seguimos las reglas a
rajatabla”, comenta. Y este local es un buen (y precioso) ejemplo.
Bares y lugares