Habitissimo Invierno 2019 | Page 87

habitissimo | página 85 bamos presentando al Colegio de Arquitectos me los corrigió mi primo, arquitecto, y estaban hechos a ordenador. Pero los originales están en papel cebolla y Rotring; creo que los tengo en casa por algún lado”, dice mientras revolotea por la enorme cocina (los tenía, efectivamente, en algún lado: son los que ilustran este artículo). La casa de Ana, más que construida, fue dibujada. Sus bocetos no solo prestaban atención a los detalles técnicos, sino a los artísticos. Quería poder enseñar a los obreros exac- tamente lo que tenía en mente. Y lo consiguió. Ayudaron sus años en la carrera de arquitectura. “La empecé, pero nunca la terminé”, contesta. “Al final tuve que elegir entre la esceno- grafía y la arquitectura, y lo primero ya me daba mi buen sue- lo, así que opté por ello”. Asegura que hay elementos comu- nes en ambos mundos. “Sobre todo antes, que los decorados eran más reales, más artesanos”, explica. Muchas de las cosas aprendidas en la profesión las puso en práctica en esta casa. “Es que, si no, ni lo hubiera intentado”, comenta entre risas. Por ejemplo, explica, sabía al dedillo la estructura de la casa castellana: “Primera planta de piedra, las siguientes de adobe y estructuras de madera”, recita de carrerilla. La made- ra que usaron fue el roble. “Es que la de roble y la de sabina nunca se carcoman”, dice golpeando la viga más cercana. Desde que empezaron las reformas hasta que la casa es- tuvo terminada pasaron dos largos años. “Fue muy rápido”, asegura Ana ante sorpresa de su interlocutor. “Es que este es un proyecto de vida, es una cosa compleja que conlleva mu- cho esfuerzo”, apostilla. Y eso que esta casa fue construida hace apenas una década, cuando las cosas, según Ana, “ya eran mucho más fáciles”. Su primera casa en Madriguera fue más compleja de rehabilitar. Entonces casi nadie rehabilita- ba casas rústicas y mucho menos las decoraba manteniendo este estilo. Había que rebuscar entre basuras y mercadillos objetos rústicos, vetustos, lo que ahora llamaríamos vintage. “Ahora es mucho más fácil”, confiesa Ana, “pero sigue sien- do igual de divertido”.