habitissimo | página 85
bamos presentando al Colegio de Arquitectos me los corrigió
mi primo, arquitecto, y estaban hechos a ordenador. Pero los
originales están en papel cebolla y Rotring; creo que los tengo
en casa por algún lado”, dice mientras revolotea por la enorme
cocina (los tenía, efectivamente, en algún lado: son los que
ilustran este artículo).
La casa de Ana, más que construida, fue dibujada. Sus
bocetos no solo prestaban atención a los detalles técnicos,
sino a los artísticos. Quería poder enseñar a los obreros exac-
tamente lo que tenía en mente. Y lo consiguió. Ayudaron sus
años en la carrera de arquitectura. “La empecé, pero nunca la
terminé”, contesta. “Al final tuve que elegir entre la esceno-
grafía y la arquitectura, y lo primero ya me daba mi buen sue-
lo, así que opté por ello”. Asegura que hay elementos comu-
nes en ambos mundos. “Sobre todo antes, que los decorados
eran más reales, más artesanos”, explica. Muchas de las cosas
aprendidas en la profesión las puso en práctica en esta casa.
“Es que, si no, ni lo hubiera intentado”, comenta entre risas.
Por ejemplo, explica, sabía al dedillo la estructura de la
casa castellana: “Primera planta de piedra, las siguientes de
adobe y estructuras de madera”, recita de carrerilla. La made-
ra que usaron fue el roble. “Es que la de roble y la de sabina
nunca se carcoman”, dice golpeando la viga más cercana.
Desde que empezaron las reformas hasta que la casa es-
tuvo terminada pasaron dos largos años. “Fue muy rápido”,
asegura Ana ante sorpresa de su interlocutor. “Es que este es
un proyecto de vida, es una cosa compleja que conlleva mu-
cho esfuerzo”, apostilla. Y eso que esta casa fue construida
hace apenas una década, cuando las cosas, según Ana, “ya
eran mucho más fáciles”. Su primera casa en Madriguera fue
más compleja de rehabilitar. Entonces casi nadie rehabilita-
ba casas rústicas y mucho menos las decoraba manteniendo
este estilo. Había que rebuscar entre basuras y mercadillos
objetos rústicos, vetustos, lo que ahora llamaríamos vintage.
“Ahora es mucho más fácil”, confiesa Ana, “pero sigue sien-
do igual de divertido”.