habitissimo | página 115
La mañana mostraba el ajetreo habitual de una jornada labo-
ral en el corazón de Nueva York. Pero aquel día de 1958, de-
cenas de personas olvidaron sus prisas de repente. Algo en
el escaparate de una tienda de la Quinta Avenida llamó po-
derosamente su atención. Aquella aglomeración espontánea
y silenciosa de personas, que admiraban como abducidos al
interior de la cristalera, alentó a la policía. Pronto llegaron los
primeros agentes para desalojar la acera y, de paso, conocer
la razón del gentío. Lo que allí se exponía era la Cone Chair,
de Verner Panton.
La forma cónica y el vibrante colorido del mueble desco-
locó a los viandantes y a punto estuvo de provocar algún que
otro incidente entre los conductores (de hecho, la policía
acabó pidiendo su retirada del escaparate). Aquel episodio
neoyorquino fue solo un ejemplo a pie de calle de los es-
tragos que los disruptivos diseños del danés causaron en la
sociedad aún de posguerra.