GUÍA QUIJOTES POR EL MUNDO Quijotes por el mundo (1) | Page 40
Está bien que usted sienta la prosa de Cervantes de la misma manera
que yo; eso me ha dado ánimos, ya que siempre ha sido mi ideal
traducirlo a la manera de Goethe en la medida de mis posibilidades:
por ello el de Bertuch no es en absoluto un Don Quijote; es un libro
totalmente distinto en el que solo los sucesos son más o menos los
mismos. Para lo genuinamente románico de los cuentos, para los
espléndidos versos, para las dulces representaciones del amor, no
tenía sentido alguno… ¿Hasta qué punto se desconoce la verdadera
grandeza de esta novela? Todavía se la considera un libro con
simpáticas bufonadas.
Esta particular lectura, que influyó en la poesía «original» de sus contemporá-
neos y que es uno de los baluartes del movimiento romántico, será contestada en estos
años por Drietrich Wilh elm Soltau, que es apoyada por los ilustrados. Una traducción
más correcta, más apegada a una lectura del Quijote como un libro cómico con un
propósito moralizante. Dos traducciones, dos visiones, dos lecturas y una polémica.
Los periódicos de la época dieron cabida a todo tipo de comentarios. A. W. Schlegel
escribe en Athenäum que Soltau «habrá estado en España, pero en Cervantes o en la
poesía no ha puesto nunca los pies», a lo que contestará, en una impostada modestia,
Soltau desde la revista del bando opuesto, Allgemeine Literatur-Zeitung: «Estos dos
señores tan eruditos [Schlegel y Tieck] se baten enfundados en sus corazas de bron-
ce, y yo, pobre lego, no tengo más que mi cayado y mi honda».
¿Proyectos editoriales? ¿Proyectos culturales? ¿Proyectos nacionales? Es curioso
cómo la traducción —parcial o total del Quijote— esté entre los primeros escritos
difundidos en lenguas de territorios que desde finales del siglo xix están luchando
por su independencia. El Quijote, la traducción de la obra cervantina, en lenguas sin
tradición literaria aparece como uno de los puntales para construir una literatura na-
cional. El triunfo de la lectura romántica, de un Quijote luchando por su libertad, por
su identidad, solo y atacado por todos, bien explica esta apropiación nacionalista en
territorios tan diversos. Así, no puede sorprender que las primeras traducciones a las
lenguas bálticas se realicen en el momento de su lucha por la independencia: letón
en 1921, estonio en 1923 y lituano en 1924; o lo tardía que es la primera traducción
al noruego, impresa en 1916, dada su dependencia a Dinamarca y Suecia. Finlandia
posee una historia escrita con el mismo guion, donde el sueco y el ruso eran las lenguas
oficiales; de este modo, desde finales del siglo xix se fueron imprimiendo en finés
obras procedentes de su tradición oral, al tiempo que se añadieron traducciones de
algunas obras procedentes de otras tradiciones culturales, entre las que destacará el
Quijote. La primera adaptación parcial se termina en 1877, pero habrá que esperar a
1927-1928 para contar con la primera traducción completa de la obra, que se reali-
zará a partir de la edición española de Francisco Rodríguez-Marín. Pero el caso más
paradigmático quizá sea el del checo. El Quijote, es sin duda, una de las bases sobre
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las que se construye su literatura moderna, que nace en el siglo xix, en el momento
del triunfo del Romanticismo. El Quijote era accesible para las élites checas en las
lenguas oficiales o de cultura, como lo eran el alemán, el francés o el italiano. Pero
las primeras versiones checas se realizarán en 1864 (parcial) y 1866-1868 (completa)
con una clara pretensión: llegar a las capas menos cultas de la sociedad y así ir crean-
do un público acostumbrado a la lectura de obras en vernáculo, que permita reivindicar
un espacio libre, independiente más allá de la literatura.
En este sentido, algunas de las traducciones actuales del Quijote también nacieron
de una estrategia editorial, algunas de ellas muy vinculadas con las conmemoracio-
nes quijotescas de 2005. Así, la nueva traducción al francés coordinada por Jean
Canavaggio y publicada por la Pléiade en el 2001, nace del deseo de la editorial de
sustituir la versión que Jean Cassou habría realizado en 1949, a partir de las de
Oudin y Rosset, que se consideraba habían quedado obsoletas. Por su parte, la pri-
mera traducción al quechua, la realizada por Demetrio Tupac Yupanqui, nació de
una propuesta de Miguel de la Quadra-Salcedo y de la Ruta Quetzal en el año 2004;
y así también vinculado a la conmemoración de los 400 años de la primera parte del
Quijote, contamos con nuevas traducciones al hindi o al italiano.
Pero en otros casos, el hispanista se enfrenta al texto cervantino con la intención
de poder ofrecer una versión rigurosa del Quijote, alejada de las versiones no siempre
fieles, no conocedoras de la realidad política, social y cultural de la obra cervantina.
Ese fue el motor que le llevó a Vibha Maurya a comenzar a traducir el Quijote al
hindi, cuya primera parte se publicó en 2005, y durante este año de 2015 la segunda.
Razones personales son las que también aduce John Rutherford, cuya traducción se
publicó en el 2000:
Decidí traducir el Quijote cuando mi hija Rosa me comentó que no
comprendía por qué todo el mundo consideraba que era una novela
tan estupenda ya que ella se aburría soberanamente leyéndola. Esta
declaración me sorprendió mucho, pero luego resultó que ella no estaba
leyendo el texto español sino la traducción entonces publicada por Penguin
Books. Yo no conocía aquella traducción, leí unos cuantos capítulos, y me di
cuenta de que la culpa no la tenía ni Cervantes ni mi hija sino el traductor
inglés, que había escrito un texto torpe y carente de toda la gracia y todo el
humor de Cervantes. Pensé que había que remediar este enorme defecto.
2.2 El traductor ante un imposible: el Quijote políglota
La traducción es un puente con una lengua a cada lado; un puente cuyo tránsito
no siempre es fácil y el resultado no resulta, en demasiadas ocasiones, lo que uno
hubiera deseado, como ya se lamenta Peter Motteux en el «Prefacio del traductor»
en su traducción del Quixote impresa en Londres en 1706:
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