GUIA TURISTICA DE TARAPACA, CHILE Guía Turística de Tarapacá 2019-2020 | Page 28
IQUIQUE ES PUERTO
A
manece en Iquique, los cerros de la
costa tienen un tono bermejo. Las
campanas de la Catedral elevan por
los aires la música de la cotidianidad
que se entrevera con el oleaje del Mar. Playa
Cavancha encandila a turistas y lugareños
con sus aguas turquesa. Los iquiqueños so-
mos mitad hombres, mitad peces, tenemos
branquias diminutas en la espalda que nos
hacen nadar como chungungos en los mares
del Pacífico.
Es mediodía, la bulla en la ciudad no deja dor-
mir al Dragón del cerro. Los chinos venidos
de esclavos a laborar en las guaneras, madru-
gan y luego del rezo a los ancianos enfilan al
terminal agropecuario a hacer las compras.
Los cholos y los bolivianos, que también se
sienten iquiqueños, escuchan a todo volumen
valses y huaynos, pero el bullicio no le gana a
la salsa que en las esquinas de las manzanas,
bailan sueltos de cuerpo los colombianos.
Los taxis-colectivos empiezan tempranito la
faena. ¿Me lleva a la Zofri?, le dice una pasa-
jera al chofer que a mitad de camino llena el
auto de clientela. Les conversa de perfumes,
del Ferrari que le quita el sueño, les cuenta
del amigo Zamir, que vende telas finísimas de
Timbuktú y fragantes varillas de incienso.
Estamos acostumbrados a la jarana y a que
tiemble la tierra de siete grados para arriba.
Sólo los temblores y el Carnaval de la Tirana
nos mueven el esqueleto. El sangoleteo de
la pachamama y los tambores de la diablada
nos sacan del mutismo aymara. Y si de so-
laz se trata, tenemos para pasear la avenida
Baquedano. Por aquí transitó el señorío pe-
ruano, luego vino la guerra, que dejó a ambos
lados de la Concordia a hermanos y amantes.
Somos hijos de la República de Iquique,
agrandados, cariñosos, lagartos flameados
de sol, lobos marinos viviendo a tientas fuera
del agua. Algo nos queda en la sangre de Inca
imperial. Al que llega de visita a Iquique, no
le faltará un té con yerbaluisa ni la conversa
de pueblos fantasmas, de banderas negras
apostadas en los techos de las casas. Del em-
brujo de las guayabas que al comerlas, vuel-
ven obsesión la ciudad.
Pedro Marambio
Poeta Iquiqueño
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