Tras una explosión nuclear como la de Hiroshima, en la etapa inicial las lesiones por onda de presión serían mínimas debido a que el cuerpo humano puede sobrevivir hasta los 2 bar (unidad de presión). En contraste, la mayoría de edificios sólo pueden soportar hasta los 0,8 bar. Por esta razón si nos encontráramos en el hipotético caso de estar en el radio de una explosión nuclear, tu destino estaría estrechamente ligado a la supervivencia de los edificios, los cuales tendrían una “armadura” a las ondas de presión menores a las tuyas. Tras Hiroshima se llevaron a cabo estudios que mostrarían el destino de los allí presentes tomando como referencia únicamente la sobreexposición:
Más de 0,8 bar: 98% de probabilidades de estar muerto, 2% de estar herido
De 0,3 a 0,8 bar: 50% de probabilidades de estar muerto, 40% herido, 10% sin grandes consecuencias
De 0,14 a 03 bar: 5% de probabilidades de estar muerto, 45% herido, 50% sin grandes consecuencias
Los daños inmediatos terminan con el fallout (o lluvia radioactiva local). Se trata del momento donde gran parte de la ceniza y polvo en ascensión procedentes de la explosión empiezan a caer y depositarse en el suelo unas horas después. Hablamos de material irradiado que incrementa los niveles de contaminación radioactiva en la zona, además, llena el aire de partículas que pueden ser ingeridas por todos los supervivientes a través de las vías respiratorias.
En una explosión nuclear el cuerpo humano puede ser irradiado por al menos tres procesos. El primero y más importante, el que causa las quemaduras, se debe a la radiación térmica no causada por la radiación ionizante.
También existe el riesgo de envenenamiento por radiación interno por la ingestión de partículas si el sujeto se encuentra en una zona de lluvia radioactiva. En este caso hablamos de daños a los tejidos de órganos debido a la exposición excesiva a la radiación ionizante (radiaciones penetrantes de alta frecuencia muy extremas y peligrosas para el cuerpo independientemente de la parte del mismo que “toquen”). Hay numerosos síndromes letales de radiación como la muerte de la médula ósea, el síndrome prodrómico, la muerte del sistema nervioso o la muerte gastrointestinal.
Tras estos casos podrían entrar los efectos a corto plazo, aquellos que ocurren a partir de la sexta a la octava semana. Un momento donde la piel está dañada debido a la congestión de los vasos sanguíneos, además, comienzan a producirse otros efectos por la exposición que mediremos a partir del Gray, la unidad que mide la dosis absorbida de radiaciones ionizantes:
0,1 gray: en el hombre causaría una importante baja en el número de espermatozoides durante un máximo de un año. Una dosis de 2,5 gray haría estéril al hombre entre 2 y 3 años. 4 gray lo haría estéril permanente
1-2 gray: En la mujer causaría daño temporal en los ovarios que puede llegar a suprimir la menstruación durante largos períodos. Una dosis de 4 gray causaría la esterilidad permanente.
2-3 gray: pérdida de cabello
7 gray: pérdida de pelo en el resto del cuerpo
10-20 gray: aparición de ampollas y úlcera
50 gray: insuficiencia pulmonar y muerte en unos pocos meses