GRANCA SEGUNDA EVALUACIÓN GRANCA 2ª EVALUACIÓN CURSO 2017-2018 | Page 39
Los lunes y
los miércoles
Carlos cogía un
autobús que le
llevaba a las
puertas
del
Alfredo Kraus,
su madre solía
decir que no le
importaría ser
un fantasma y
divagar por allí,
viendo
todas
las actuaciones
en el escena-
rio, los nervios
tras las bamba-
linas y lo ensa-
yos
previos
días ante s. Ha-
bía sido la úni-
ca que creía en
él y ahora esta-
ba muerta. An-
tes de entrar a
ensayar, agarró
fuerte la peque-
ña foto que
llevaba de ella en su llavero. Después de to-
do, si su padre no lo odiaba del todo, o por lo
menos intentaba mantener la discreción con
sus sentimientos, era gracias a lo único que
los unía; su madre.
Cuando se subió al escenario y se puso en
la última fila mientras mantenía quinta posi-
ción a la espera de que Chaikovsky empeza-
se a sonar para poder bailar junto a sus com-
pañeras, Delia, su profesora, llegó histérica.
-¿Quién ha visto a Mael? –dijo a una velo-
cidad que podría haber sido de 200 watt por
segundo.
Nadie la entendió, excepto Rafaela, una
bailarina muy competitiva y excepcional pero
de un cuerpo famélico que interpretaba a
Odette.
-¡Delia! ¡Mael está en el baño vomitando! –
tembló.
-¿Qué? La obra empezará en cuestión de
horas y tenemos que hacer el ensayo gene-
ral, ¿qué clase de elixir venenoso le habéis
dado?
-¡Nada! Estaba así cuando llegué –alegó
poniéndose a la defensiva Rafaela.
-Me va a dar un quebradero de cabeza…
Carlos haz tú de Príncipe Sigfrido.
Carlos dudó.
-¿Y-Yo? –balbuceó.
-No seas ñoño, por supuesto que tú, eres
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el único que ha asistido a todos
los ensayos y te sabes de me-
moria el papel, si te pones ner-
vioso antes de salir a escena te
tomas una quina y arreando –
finalizó con un tono gélido como
el de un témpano.
Podría parecer algo ideal, casi
onírico para Carlos, mas de
estar a la última fila como un
extra a tener que ser un papel
protagonista de la obra había
una gran diferencia, se sentía
como si le acabase de mermar
el papel a Mael, además de que
su padre estaría entre el público
por quedar bien con la academia
y lo vería hacer, como él diría,
“el ridículo”.
Después de muchos ensayos
(que lo dejaron exhausto, tanto
que deseaba dormir, aunque
fuera sobre un jergón) y com-
probar que Mael y Carlos porta-
ban la misma talla, llegó la hora
de actuar, y por algunos instan-
tes, entré relevé y relevé se olvidaba por
completo de que había un público en la oscu-
ridad, se olvidaba que los focos le iluminaban,
se sentía libre y, al son de la música, su cora-
zón experimentaba nuevas sensaciones. Tan
rápido se le pasó la hora de espectáculo que
para cuando volvió a tierra, Rafaela, u Odette
en este caso, estaba haciendo la escena de
la muerte del cisne y justo después les tocó a
todos salir a hacer la reverencia para dar fina-
lizado el show, al menos ese sería el xenis-
mo que usaría Marian si estuviese ahí.
Escuchó una voz gritar “Ese es mi hijo” y
desesperadamente buscó entre la oscuridad
el rostro de la persona que quería que fuera,
necesitaba comprobarlo necesita ver que…en
efecto, ahí estaba su padre, orgulloso y de
pie, con una sonrisa triunfal, y a pesar de la
distancia de los palcos podía ver como sus
ojos brillaban con ese brillo jovial que no veía
desde que su madre murió. Y entonces, Car-
los, derramó una lagrima de alegría justo an-
tes de que las cortinas los separaran, también
fue de alivio por haberse ganado el increíble
zaperoco de la ovación del público y lo más
importante para él; la aprobación de su padre.
Marta Fernández 4º B