EDITORIAL
Este proceso de integración mundial
ha tenido tanto seguidores como críticos. Por un lado, integrar la economía de un país con la del resto del
mundo permite abrir nuevas oportunidades de crecimiento al país,
nuevas fuentes de recursos, mayor
comercio internacional, nuevos destinos para los productos nacionales,
entre otros beneficios; igualmente,
permite encontrar en el exterior productos que pueden ser utilizados en
la economía nacional y que pueden
representar un beneficio, mientras
que, a nivel internacional, permite el
desarrollo de instituciones comercia-
les internacionales, sistemas de producción integrados, etc. Sin embargo, cuando las economías están muy
integradas, se corre el gran peligro de
sufrir los efectos de situaciones que
se presenten en otros lugares sobre
las cuales no se tiene ningún control.
Estas situaciones críticas pueden
traer beneficios pero también pueden
generan efectos desastrosos, no solamente en el lugar del problema sino
en otros países y regiones, provocando desajustes, crisis e inestabilidades de gran magnitud.