Generando Arte. La Revista. Nº 3. Octubre 2015 | Page 59

Leonora Carrington Juan Carlos le propone entonces, y ella acepta, llevar la broma un poco más lejos. Atribuyendo las obras a una supuesta artista china llamada Wu Chao, las envían a un poderoso coleccionista extranjero, Saatchi. Y ¡oh sorpresa!, éste las compra y pide más. Por fin, Marta Valdés pisa fuerte: vende sus cuadros a buen precio; puede dejar su empleo de profesora; Turpin se hace su marchante, y hasta Solange compra una obra suya sin saberlo, creyendo que es de “Wu Chao”... Recapitulemos. Una mujer nacida y educada en un país –España, a fines del siglo XX- donde hombres y mujeres tienen los mismos derechos, decide ser pintora. Nada ni nadie se lo impide, no faltaría más. Ella, pues, pinta, gana concursos, estudia Bellas Artes… No se casa ni tiene hijos, lo que le permite dedicarse únicamente a su carrera artística. Sin embargo, no consigue ser pintora como ella querría, es decir, mediante el reconocimiento social de su obra (la “auténtica”); sólo es aceptada en tanto que subalterna (guía, profesora…) o impostora. ¿Qué ha ocurrido? El paradigma romántico nos presenta al artista como un individuo (no como parte de un colectivo) que, insensible a la consideración social, al público, enfrentándose si es necesario con la indiferencia general, guiado sólo por su talento (innato y no condicionado por factor