Generando Arte. La Revista nº 2. Junio 2015 | Page 52
Reflexiones desde mi ventana
Contra el tópico
Por Rosa Montero
L
os estereotipos son unos parásitos
mentales de lo más persistentes. Es
más fácil multiplicar por doce la renta
per cápita de un país (en los últimos cuarenta
años, la de España ha pasado de 2.413 dólares a 29.651) que acabar con los prejuicios
con que nos contemplan los vecinos y que a
veces nos llegamos a creer nosotros mismos.
Tomemos el caso de las muertes de mujeres: estoy cansada de repetir, para pasmo
de los extranjeros pero también de muchos
españoles, que si la violencia doméstica está
tan omnipresente en nuestra sociedad no
es porque seamos los reyes de la degollina y
matemos a más mujeres que en ningún otro
sitio, sino, por el contrario, porque España
es un país pionero en la toma de conciencia
para combatir esta barbarie.
Es más, según el III Informe Internacional de Violencia contra la Mujer del Centro
Reina Sofía, que analiza a cuarenta naciones
(los demás países, algunos tan importantes
como Francia, no han sido incluidos porque
ni siquiera publican los datos de la violencia
machista), en España estamos a la cola en
cuanto a número de mujeres asesinadas. Y,
así, aquí hay 3,5 muertes por millón de habitantes. Pero en Estados Unidos matan a 9,1
por millón, en Alemania a 4,6, en el Reino
Unido a 4,4... Aún más: en Noruega asesinan
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a 5,5 mujeres y en Finlandia a
9,6... Sorprendente, ¿no? Resulta que en los fríos, civilizados y poco sexistas países del
Norte hay muchas más víctimas. Ya sé que quedaría más
redondo que la España torera
y cañí destacara en el apuñalamiento de hembras ardientes, como en la ópera Carmen
(escrita, no lo olviden, por un
francés), pero la realidad es de
una tozudez inquebrantable: los nórdicos
matan mucho más; quizá, se me ocurre, por
una mezcla fatal entre el elevado consumo
de alcohol y el resquemor que ha producido, en algunos hombres desequilibrados y
malvados, la rapidísima evolución feminista
de esos países. Pero éste sería el tema de
otro artículo.
Es verdad que España ha sido hasta
hace poco una sociedad muy machista y
atrasada, pero también es cierto que en los
últimos 40 años hemos cambiado muchísimo. Hoy estamos tan cerca de la Carmen
de Mérimée como de las tribus nómadas
de Mongolia: o sea, nada. Somos un pueblo
muy poco puritano en materia sexual y
de costumbres, entre otras cosas quizá
porque, en realidad, y déjenme romper con
otro tópico, tampoco somos
muy religiosos. De quince
años para acá, las vocaciones
han bajado en un 30% y las
clases de religión católica
han perdido más de 500.000
alumnos. Y sólo un 34% de
las declaraciones de impuestos dan un porcentaje para el
mantenimiento de la Iglesia.
En este contexto, sucesivas
Carmen Cubillo
leyes han ido normalizando
algo que, en general, creo que corresponde al sentir mayoritario de los españoles.
Como la Ley de Igualdad, que regula desde
el permiso de paternidad hasta la paridad
por sexos en las listas electorales; como la
última y polémica ley del aborto, que permite interrumpir el embarazo en las doce
primeras semanas sin necesidad de justificación; o como la Ley del Matrimonio Homosexual, que cuenta con el apoyo del 66%
de la población y que sólo en el primer año
de vigencia originó 4.500 bodas. La verdad
es que hoy España no destaca por su machismo dentro de la media europea; lo cual
no está nada mal, si tenemos en cuenta que,
hasta el mes de mayo de 1975, la mujer casada española no podía comprarse un coche,
abrir una cuenta en un banco o trabajar sin
el permiso de su marido. Hemos cubierto a
todo correr un largo trecho.
Los vertiginosos cambios sociales se han
incrementado en la última década con el
aluvión de inmigrantes. En poco más de diez
años han entrado 5,7 millones de extranjeros
(un 14% de la población) y hemos pasado
de una España homogénea y cerrada a una
sociedad de múltiples culturas. En números
absolutos, somos el décimo país del mundo
con más inmigrantes y, como es natural,
todo esto va cambiando el perfil del español.
¡Pero si ni siquiera los toros son lo que eran!
Y no sólo porque en Cataluña hayan promulgado una ley prohibiendo las corridas, sino
porque las estadísticas muestran un claro
descenso de la afición. La fiesta declina y
es, en cualquier caso, minoritaria (la apoya
entre un 28% y un 37% de la población,
dependiendo de las encuestas).
Sólo hay un valor cultural tradicional
español que parece seguir indemne: con
340.000 bares, doblamos la media de la UE.
Hasta hace muy poco estábamos a la cabeza
de Europa en número de bares por habitantes, pero la entrada de Chipre en la UE en
2004 nos hizo descender al segundo puesto.
Maldita sea.
©Rosa Montero/Ediciones
El País, SL 2015