El tramo más alto de la escalera
Sus acciones efímeras y su energía para producir malestar
partiendo de la provocación y la contestación a través del arte (yo
lo llamaría artivismo) se exhiben en la muestra del Guggenheim
como una colección de objetos; sus performances se transforman
en fotos (“Pieza Corte”) se reproducen sus mitades de habitaciones
(“Media habitación”) o su cocina imantada de objetos flotantes
(“Pieza de Equilibrio”) Se alinean sus frascos contenedores de
agua (“Todos somos agua”) o sus bolitas de aire (“Dispensadores
de aire”). Y te invita a que subas por una escalera para buscar con
una lupa la palabra YES escrita en el techo, y de paso que sigas
subiendo hacia el cielo y lo abras con sus “Llaves de cristal para
abrir los cielos”. O te confunde, cuando sobre la pared se proyecta
una mano que se cuela a través de una tela desgarrada, invitando
a que la ayudes a salir del agujero, aunque no es lo que parece, la
ironía es también su aliada y está presente en toda su producción.
De su paso por Fluxus nos quedan pedazos de memoria
en forma de partituras escritas, que nos remiten a los haikus
japoneses, de los que ella es deudora. De ahí genera sus
“instrucciones”, pequeños textos literarios, que unas veces
se relacionan con la música, otras con sus propias piezas y sus
montajes, otras describen una performance…. De esta manera
se nos van mostrando la multiplicidad de medios, disciplinas
y lenguajes en los que ella se expresa, incluyendo el medio
cinematográfico, que utiliza de forma irónica para desmontar
con sus imágenes de culos moviéndose en primer plano por la
pantalla, el consumo banal de erotismo en el cine. También lo
hace cuando nos muestra una mosca como sujeto y protagonista
de un cortometraje, recorriendo el cuerpo desnudo e inerte de una
mujer, que ya no actúa como elemento erótico.
Se atreve también con el sonido vocal, lo lleva dentro desde
su infancia por su formación en música clásica, y lo desarrolla en
equipo con John Lennon con quien crea el grupo Plastic Ono
Band, graba albumes sin parar después de la muerte de él y sigue
más tarde participando en conciertos con sus amigos y con su hijo
Sean. La música lo envuelve todo en su vida.
"Pintura para dar la mano" 2012
DVD de Yoko Ono
Da la impresión de que todas las obras de Yoko Ono son una
amalgama de medios expresivos, unas conducen a otras, y se
retroalimentan, del mismo modo como lo hace con su vida,
donde mezcla sin fisuras los aspectos emocionales con sus
consideraciones intelectuales, de tal forma que su vida se funde
con su obra y su obra conforma a su personaje, ella misma es un
híbrido entre culturas.
Ella, que se funde entre las tensas cuerdas de su espectacular
instalación “Lecho de río”, que empezó siendo un par de
montículos de piedras, el de la alegría y el de la tristeza. El
público participaba y trasladaba las piedras de un montículo a
otro hasta que se formó una especie de cauce de un río. Ese río
de piedras pero sin agua va surgiendo entre unos haces de luz
que evocan las cuerdas tensadas que bajan hacia el río desde
la pequeña ventana del techo. Gran escenario de luz y agua
imaginarias para un baile que ella nos regala, simplemente
moviendo su cuerpecillo entre las piedras y las cuerdas.
Sin embargo la imagen que proyecta y que ha construido su
mito no se confunde con su obra, como les pasaba a Warhol o a
Dalí. Por algún motivo su personaje provoca en muchos casos
animadversión, y se le presuponen comportamientos perversos,
quizás por el hecho de ser mujer y poderosa, y de haber llevado
siempre las riendas de su vida, a pesar de su unión con John
Lennon. La imagen proyectada tal vez no se corresponde con la
intencionalidad de denuncia contra la guerra de las acciones que
emprendían juntos. Ambos fueron muy activos y juntos hicieron
una jugosa utilización de la popularidad a favor de la paz.
En todos sus eventos hay una constante que va vertebrando
su vida: su necesidad de compartir. Desde sus performances, en
las que invita a los espectadores a que se unan en la acción, su
participación activa e intensa en colectivos como Fluxus, donde
estaban incorporados sus amigos, pasando por sus proyectos
musicales, que ella misma pone en marcha, al igual que sus
películas, que graba en colaboración con sus coetáneos, siempre
involucrando a sus compañeros sentimentales e incluso a su hijo
Sean, son la clave de esa necesidad de actuar buscando aunar a la
gente que ama en torno a su mundo creativo. Es como una diosa
tribal, que lleva hasta sus últimas consecuencias el concepto de
participación en todo lo que hace.
Se vuelve a rodear de sus colaboradores y amigos en el
Guggenheim (Jon Hendriks, antiguo amigo de Fluxus, la
acompaña como curador), habla y se sorprende de la calurosa
acogida que ha tenido en Bilbao y San Sebastián, es una mujer
que quiere que la quieran.
Su discurso se ha hecho muy pausado, “lo que puede ofrecer
el arte es una ausencia de complejidad…” según sus propias
palabras. Sus respuestas van a lo esencial “…no tengo miedo
a la muerte, morimos y nacemos todos los días…”. Se declara
feminista y habla de la revolución silenciosa de la mujeres,
como la única vía para cambiar el mundo.
María Jesús Aragoneses
(Texto y fotografías)
* Exposición de Generando Arte que puede verse en la Universidad de Alcalá
de Henares, Iglesia de San José de Caracciolos
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