Generando Arte. La Revista Nº 0 | Page 34

Nosotras Sara Beiztegi Caminando con el Arte E l mundo se había vuelto del revés, parecía estar dentro de un cuadro surrealista o en una película o en un sueño del que quieres despertar, y lo único que puedes hacer es esperar que las cosas cambien por sí solas, porque tú ya lo has intentado todo. Es en ese momento, en el que ya no puedes más, que salta un resorte dentro de ti que dice “No hay más camino, ¡hasta aquí o el abismo!”. Fue un momento tremendamente difícil, dejar la familia, el trabajo, mi casa, mis amigxs… a cambio, encontrar una casa grande, una gran familia, tiempo para mí y un camino por recorrer. Para acompañarme en este camino llevaba conmigo “mi caja y bártulos de pintura”. Hacía tan solo unos meses que había retomado mi afición infantil de colorear todo lo que se ponía delante y ahora, iba a aprovechar esta oportunidad postergada por las mil y una funciones que desarrollamos las esposas, madres, hijas… Esta vez sabía que en un mundo nuevo, que por nuevo te parece hostil, el punto de color y esperanza lo iba a poner yo con mis pinturas. A mi llegada a Madrid, lo primero que hice fue buscar un taller de pintura, no imaginaba entonces a dónde me llevaría seguir tal impulso. El color empezó a llenar todos mis espacios. Me atrapó de tal forma que cuando las 34 noches se hacían interminables, mis aliados, los pinceles, parecían cobrar vida como en los cuentos infantiles. Me acompañaron en mi destierro primero, y en mi nueva vida después. Así comenzó mi Etapa de Sanación Aquella afición empezó a cobrar fuerza, la inmersión en el color era un bálsamo para mis heridas y así me encontré caminando por un sendero de luz y color. Al principio eran pasos titubeantes, pintaba aquello que me atraía, después pasé a pintar los retratos de mis hijas cuando eran pequeñas, fue una experiencia extraordinaria, me encontré hablando con ellas de niñas y dedicándoles la atención a ese momento que me hubiese gustado rescatar del pasado. En cierta manera lo hice. El Color: Recuerdo que en una ocasión explicaba a una amiga mi reciente hábito de vestir de Blanco o Negro - creo que lo hago porque tengo demasiado color almacenado en la retina - sin embargo, con el paso del tiempo, hoy me doy cuenta que, sin yo saberlo, estaba exteriorizando mi duelo al vestir de esa manera. En otra ocasión, Ana María Pérez del Campo, a la que le debo en gran medida mi nueva vida, me llamó y me ofreció hacer una exposición en el Ministerio de Igualdad. Era algo extraordinario, sólo pensarlo se me venía el cielo encima, y curiosamente, así fue, todas las Diosas, una a una con sus colores, sus símbolos, su olvido, fueron pasando ante mis ojos, mis días y mis noches. Al cabo de unos meses de un trabajo incansable todo el elenco de “Sin Norte Ni Diosas” fue colgado en la Calle Alcalá de Madrid. Esta etapa me ayudó a romper con mis recurrentes monólogos mentales. A esta fase la llamo Empoderamiento. Me quedaba algo por hacer, había iniciado un camino, un camino que debía llevarme mas allá, un camino de compromiso, de aunar fuerzas con otras mujeres que luchaban por la Igualdad. No podía quedarme con la sola idea de que el arte colmara mis vacíos, había conocido a mujeres que creían y luchaban por los derechos de todas las mujeres. Yo me forjé con ellas. Así fue cómo Julia Pérez, una gran amiga de Concha Mayordomo y mía, nos puso en contacto al ver nuestras afinidades. Nos entendimos a la primera. Nos faltó tiempo para llegar a imaginar el proyecto: tenía que ser un grupo de mujeres artistas, sí, mujeres con perspectiva de género, mujeres valientes y comprometidas, sí y podríamos pedir a Ana María que fuese nuestra Presidenta Honoraria y le diríamos a Rosa San Segundo que nos apoyase con su Instituto… bueno, bueno, aquello fue apoteósico… casi tanto como la presentación en sociedad en Alcalá de Henares del Col X