Análisis
Todo el público sentado a gustar de la
comedia
de
Shakespeare
denominada
«La
fierecilla
domada», obra que enmarca en
su
argumento la sumisión de la
mujer frente al carácter del hombre. Amor y
matrimonio—mediante las metamorfosis del
pensamiento de sus personajes— es lo que vemos
como temática central y es el blanco de este
análisis de la puesta en escena presentada en el
Teatro de la República el domingo 29 de
septiembre de 2019.
Anteriormente escribí que los personajes sufrían
cambios en su forma de pensar, es por ello,
conveniente presentarlos de la siguiente manera:
Dentro de los personajes principales tenemos a
Catalina, un personaje totalmente redondo
porque tiene un cambio radical y en parte
exagerado. Su mal carácter la distancia de los
hombres, además de ser la hermana fastidiosa de
Blanca, guapa, dulce y comportada e hija del señor
Bautista. El señor Bautista es un noble de Padua y,
por tanto, posee mucho dinero, él querrá casar
primero a Catalina para posteriormente unir a su
hija blanca.
Petruccio es el motivador del cambio de Catalina,
en otras palabras, es el domador de la fierecilla.
Lucencio es el galán de la joven Blanca, junto a él
vienen Gremio y Hortensio, sus pretendientes.
Estos personajes en actuación fueron de cierta
manera exagerados. Aunque cada actor
correspondía con las exigencias del texto
dramático, no se cumplen la expectativa de un
teatro profesional.
La iluminación es en un recinto parte elemental
porque introduce a los espectadores en el
contexto y el empleo de la psicología del color
conduce al manejo o incitación de sentimientos de
acercamiento o distanciamiento. En esta puesta
en escena, se jugó mal con los colores, la
iluminación cromática no concordaba con lo que
se presentaba.
Siendo el detalle físico más importante la
escenografía se puede decir que se manejó en
pobreza, una escenografía que no varía, tan plana
y que no transmite nada, un intento de recinto
clásico acompañado de vestuarios improvisados a
la época, de terciopelo brillante que es muy
común en las caracterizaciones, que no agrada a
la vista por parecer muy básico.
Ultimo elemento a explorar es el sonido, otro gran
desacuerdo. Se presentaron piezas en piano, un
piano que estaba o desafinado o un mal vídeo o de
plano o un mal ejecutor. Los sonidos explotan en
las bocinas y no son agradables, es la excusa
perfecta para decir el fracaso logrado en el teatro
de la República.
Para finalizar, invito yo al público a acercarse al
teatro, pero a ser selectivos en las obras y el
prestigio de los recintos culturales. No todo lo que
se presenta en uno es malo o todo es bueno. Un
argumento muy bueno, escrito por Shakespeare,
pero mal ejecutado es una mala experiencia, sin
embargo, no por esto incito a los lectores de este
análisis a no asistir, sino a estar conscientes de lo
que se pudieran encontrar.